La situación que enfrentan los yerbateros del sur de Paraguay es un reflejo preocupante de la fragilidad en la que se encuentra uno de nuestros cultivos más emblemáticos de nuestro país. La yerba mate, una planta nativa que lleva en su nombre científico el orgullo de nuestra tierra, está viendo sus plantaciones destruidas por productores desencantados con los precios de la hoja verde. Esta realidad, que afecta principalmente a la región de Itapúa, donde ya se han eliminado unas 200 hectáreas, debe ser un llamado de atención para la búsqueda de respuestas a nivel de políticas públicas.
La paradoja es evidente: mientras los consumidores pagan precios cada vez más altos por el producto final, los productores reciben cifras que apenas cubren sus costos de producción. Se habla de un pago de entre G. 600 y G. 700 por kilo de hoja verde en finca, y entre G. 1.200 y 1.300 en secadero, muy por debajo del precio base de G. 2.350 acordado en el plan nacional de la yerba mate. Esta diferencia desmotiva a los productores que se ven empujados a abandonar un rubro que ha sido históricamente parte de nuestra identidad y economía rural.
En una economía de mercado, los precios deberían regularse según la oferta y la demanda. Sin embargo, algo claramente no está funcionando. Si la producción de yerba mate ha aumentado, sería lógico esperar una reducción en el precio para el consumidor. Pero lo que vemos es todo lo contrario: los precios suben, los productores ganan menos, y el consumidor final paga más. Esto sugiere la existencia de fallas en la cadena de valor que deben ser identificadas y corregidas.
La destrucción de plantaciones para dar paso a cultivos como la soja, impulsada por el bajo precio de la yerba, es comprensible desde la óptica del productor que busca rentabilidad. Sin embargo, desde otro punto de vista puede considerarse como una pérdida para el país. La yerba mate es un producto de consumo masivo dentro de nuestras fronteras, pero también tiene un mercado internacional que podría ser explotado con políticas adecuadas.
Aquí es donde el Estado debe intervenir. El Ministerio de Agricultura y Ganadería, junto con el Ministerio de Industria y Comercio, tienen la responsabilidad de delinear una política nacional que garantice la sostenibilidad de la producción de yerba mate.
Las acciones de los yerbateros de Itapúa deben ser un llamado de alerta para las autoridades. La yerba mate es más que una planta; es un símbolo de nuestra identidad y un recurso con un potencial inmenso que, bien gestionado, puede seguir siendo una fuente de orgullo y prosperidad para Paraguay como lo fue en varios tramos de nuestra historia colonial e independiente.