Este domingo, Venezuela se enfrenta a una de las elecciones presidenciales más trascendentales de su historia reciente. En un contexto marcado por la represión, la manipulación y la falta de transparencia, el régimen chavista viene desplegando todas sus herramientas para asegurar la continuidad en el poder. Desde la inhabilitación de figuras clave de la oposición como María Corina Machado, hasta el arresto de dirigentes opositores, la restricción de la inscripción de votantes en el extranjero y la obstaculización de la presencia de observadores internacionales, el chavismo apunta a impedir, a cualquier precio, la posibilidad de una competencia electoral justa.
La intimidación y amenaza sobre los empleados públicos y los beneficiarios de programas sociales para que voten por Nicolás Maduro es una táctica reiterada. La utilización de fondos públicos para la campaña electoral y la manipulación de las condiciones desde un Consejo Nacional Electoral completamente parcial, son prácticas que claramente muestran lo que sufre el pueblo venezolano con la dictadura bolivariana.
Hoy, 28 de julio, el chavismo se enfrenta con el dilema de perder el poder o mantenerlo a través del fraude. Si los resultados no favorecen al régimen, la determinación por manipular los resultados parece inevitable. En este escenario, el papel de la oposición y toda la comunidad internacional es fundamental. Edmundo González Urrutia, candidato de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), se perfila como el favorito, respaldado por un gran apoyo popular y una unidad inédita entre los sectores disidentes.
Por primera vez en muchos años, en esta ocasión, la comunidad internacional ha jugado un rol importante en este proceso. Mensajes claros y contundentes de líderes afines al socialismo fueron dirigidos a Maduro, instándolo a respetar la voluntad popular.
El mundo observa con esperanza y cautela. Los paraguayos, que conocemos el significado de vivir bajo dictaduras y que hemos conquistado la democracia, deseamos fervientemente que los aires de libertad soplen nuevamente en Venezuela. Que el país caribeño pueda sanar las heridas infligidas por años de represión y miseria, y que los millones de venezolanos que han tenido que abandonar su tierra puedan regresar a una nación donde la democracia y los derechos humanos sean respetados.
Este domingo, Venezuela tiene la oportunidad de decidir entre continuar bajo un régimen opresor o dar un paso hacia la recuperación de su democracia. El mundo está atento, y la esperanza de un cambio real está en las manos del pueblo venezolano.