En un contexto global marcado por la incertidumbre, la imprevisibilidad y la competencia estratégica entre naciones, la inversión en defensa se instala como un pilar esencial para el desarrollo de cualquier país. Históricamente, los países que han alcanzado altos niveles de desarrollo han reconocido que la seguridad nacional y el desarrollo económico son dos caras de la misma moneda. Esta simbiosis no es accidental; la estabilidad y la seguridad proporcionan el entorno necesario para que se afiancen la inversión, el comercio y, en consecuencia, el progreso social.
El anuncio del presidente, Santiago Peña, durante su informe ante el Congreso de la Nación, de invertir 500 millones de dólares en seguridad y equipamiento militar debe ser recibido con apertura y una alta dosis de patriotismo. Sin embargo, esta decisión no debe responder únicamente a la necesidad de fortalecer nuestras capacidades defensivas, también tiene que enmarcarse dentro de una estrategia más amplia de desarrollo nacional.
De seguro será inevitable que surjan voces críticas, argumentando que esos recursos podrían destinarse a áreas como la salud y la lucha contra la pobreza, sectores indudablemente prioritarios. Sin embargo, como bien señalamos, los beneficios en salud, educación y bienestar social están intrínsecamente ligados al desarrollo económico que una robusta defensa nacional puede facilitar. Es un dilema similar al del huevo y la gallina: para tener mejores hospitales y combatir eficazmente la pobreza, primero debemos lograr un desarrollo sostenible, del cual la seguridad es un componente indispensable.
Además de la adquisición de equipos modernos como los aviones Super Tucano y radares avanzados, la capacitación y formación del personal de seguridad son igualmente fundamentales. Las defensas del presente y del futuro se librarán más en el ámbito del conocimiento y la alta tecnología. Paraguay debe estar a la altura de estos desafíos, garantizando que nuestras fuerzas de seguridad estén bien preparadas y equipadas para operar en un entorno cada vez más tecnológico.
No podemos obviar que Paraguay se encuentra geográficamente entre dos potencias regionales que también están incrementando sus inversiones en seguridad y defensa. En este contexto, quedarse atrás no es una opción. La inversión anunciada por el presidente Peña incluye no solo la compra de aviones y radares, sino también la implementación de tecnologías avanzadas de ciberseguridad y comunicaciones, esenciales para la vigilancia y protección de nuestras fronteras, totalmente vulnerables, en los últimos años.
El acuerdo con la empresa Starlink para la instalación de internet satelital en el Chaco es un ejemplo interesante de cómo la tecnología puede mejorar nuestras capacidades de defensa y al mismo tiempo beneficiar a la sociedad en su conjunto. Esta iniciativa además de mejorar el control del espacio aéreo y fronterizo, también proporcionará conectividad a regiones remotas, facilitando el acceso a la educación y a servicios esenciales, según se anunció. En el primer caso, la falta de control del espacio aéreo por años permitió el auge del tráfico ilegal, convirtiendo al Chaco en territorio liberado para las organizaciones criminales.
La apuesta por una importante inversión en defensa y seguridad no debe verse como una carga, sino como una inversión estratégica para el desarrollo integral de Paraguay. Es una jugada arriesgada, pero necesaria que, con una implementación adecuada, contribuirá a crear un entorno más seguro y próspero para todos los paraguayos. La defensa y el desarrollo no son conceptos opuestos, sino complementarios, y solo mediante su integración, como nación, podemos aspirar a mejores condiciones de vida para quienes habitamos la rica tierra guaraní.