La población está atrapada entre un Gobierno irresponsable que gasta más de lo que tiene como ingresos y un sector privado que no tiene compasión de facturar al usuario a hora de salvar costos. Lo primero es pura ineficiencia, y algo más. Lo segundo es posible sea parte de la regla de mercado, como igualmente de algún porcentaje de ineficacia.
Este Gobierno, de hecho, está bicicleteando todo lo que tenga relación con el dinero público, pateando la problemática para el próximo que viene, que, ciertamente, tiene el compromiso de sacar al país del saldo rojo. La deuda pública está por arriba del 35% con relación al Producto Interno Bruto (PIB). Un nivel que puede resultar insostenible por la misma la presión tributaria actual. La deuda está por encima de US$ 15.000 millones, de acuerdo a los datos estimativos.
El Presupuesto General de la Nación aprobado para el ejercicio fiscal 2023 es de un total de 105,3 billones de guaraníes (cerca de 15.000 millones de dólares). Hoy, el Estado paraguayo no sabe cómo va financiarlo. Encima está previsto aumento para la función pública, que se da casi siempre en tiempos de elecciones nacionales, pero que es un ajuste que pagará toda la población paraguaya.
Tanto la deuda pública como el presupuestos 2023 revelan que éste Gobierno sólo espera dejar el sartén caliente al nuevo que asumirá en agosto. Ya la petrolera estatal alzó el precios del diésel común, como señal de desespero, que originó la suba también de los privados. Éstos justificaron la medida con la decisión del Ejecutivo de ajustar la base imponible del selectivo al consumo del diésel tipo III y levantó las reducciones establecidas para las naftas.
La suba de los combustibles amenaza con incrementos de los servicios y productos que más usa la ciudadanía en general. Es decir, hay riesgo de más paga por pasajes y alzas de los ítems que conforman la canasta familiar básica, que en verdad sólo son cuestiones de días. En medio de dicha realidad, los comercios, como los supermercados, manejan casi en monopolio el precio de la carne, panificados, lácteos y hasta los que vienen del sector rural, como frutas y verduras, encima pagando casi nada a los labriegos.
Pensemos como sociedad: Ya enero, como inicio de año, se muestra algo pesado. Febrero viene con la carga de gastos por matriculas y cuotas de escuelas y colegios, que llegan con el agregado de sus enormes pesos de pedidos de útiles, con cantidades de materiales impresos que no se justifican en la era de la tecnología y del internet. Cómo si todo fuera poco, se tiene encima un Gobierno, que estando de salida aprobó un presupuesto deficitario ignorando la enorme deuda pública, dejando así el muerto al próximo Gobierno.