Varios desafíos esperan al Paraguay en éste nuevo año que se inicia. Así también lo es para cada persona en el plano individual y familiar. Vivir en sociedad es la suma del deber y la obligación que deben asumir, con hechos, gobernantes y gobernados. Definitivamente, la prosperidad de un país es la sinergia entre lo público y lo privado.
El novel periodo viene con un nuevo gobierno que asumirá el poder en el 2023. Sea quien quién sea debe salir de ese caminar a tientas, sin liderazgo y cuya administración es algo así que sea lo que sea. La Nación precisa un mando de poder previsible, claro, austero y eficiente. Ya será muy complicado soportar otros cinco años de más de lo mismo.
La Tribuna hará su parte para forzar, dentro de lo que permita la libertad de prensa, un mejor Gobierno. Obviamente vamos a sugerir ideas, proponer planes, ilustrar proyectos y alentar que la Nación avance hacia lo que impone el Siglo XXI. Dentro del deber natural, como medio de prensa se aplaudirá lo que se haga bien y se criticará las malas determinaciones.
El 2023 será duro, llevadero o exitoso de acuerdo a la conducta y comportamiento que se tenga como sociedad. Quienes definen y manejan el presupuesto público tienen la alta responsabilidad de administrarlo de manera adecuada. Los recursos del pueblo son sagrados. Hay demasiadas carencias para continuar dilapidando bienes en gastos superfluos.
Es sano encarar el Nuevo Año de manera positiva y confiando que vendrá un mejor Gobierno. Ese pedido se debe hacer como sociedad de corazón. No es una cuestión ideológica reflexionar que el Paraguay ya no puede continuar aguantando el manoseo a la mayoría y el privilegio de una minoría. Por eso se precisa un líder sensible pero con autoridad, que se deje rodear de la gente útil y que tome decisiones. Falta el líder que con coraje tome esas decisiones duras. Es la manera de corregir anomalías que vienen de años.
Abrigamos la esperanza que así será, por el bien de la República del Paraguay.