Si no hay esperanza, hay que crearla. Más cuando persisten verdaderas políticas de Estado que adrede buscan la depresión social. La Tribuna siente la realidad social del país, sin embargo, confía que el 2023 será un gran año. Obviamente no lo será de manera mágica, sino por la suma de esfuerzos privados y la expectativa que se tenga para forjar y empujar un mejor gobierno, y por ende haya beneficio de mayor servicio en el espectro público.
Es que no se puede desconocer la función de un Gobierno para que haya calidad de vida en la población. Es más, si no hay buena política, la posibilidad de intoxicar toda la actividad económica es una amenaza real. Y eso se sabe en Paraguay. Por ello, se espera que la sociedad, por encima de los colores y el fanatismo, elija bien en las elecciones nacionales de abril próximo. Se precisa un Ejecutivo eficaz y un cuerpo legislativo que salga de la politiquería barata.
La vida de por sí no es fácil. Pretender como sociedad que se pueda transitar sin dificultades e incertidumbres, es toda una falacia. De hecho, habrá problemas, hasta dolores, angustias y miedos, que son realidades que se vivirán en el día a día. Es que lo impredecible siempre está. Lo que no debemos perder como sociedad es la capacidad de reflexionar sobre cada caso y salir de la costumbre de observar sólo las consecuencias y olvidarnos de las causas. Dichas causas, mayormente, están en el Gobierno.
La calidad de vida pasa por un Gobierno eficaz, como se apunta más arriba, pero también requiere de una sociedad madura en su conducta de asumir en pleno equilibrio derechos y obligaciones. Una población con discernimiento es una carga de presión sobre la clase política. Ese es un desafío al que se debe llegar. Así como la construcción de una opinión pública que pueda pesar más que la opinión publicada, que por cierto está en esperanzador ascenso.
Desde éste espacio de comunicación elevamos nuestra copa por un 2023 mucho mejor, tal como se merece el pueblo paraguayo. Eso es posible con la complementación y sinergia entre el gobierno eficaz y gobernados con discernimiento y en conducta activa reclamando lo suyo y cumpliendo, como debe ser, su parte. De hecho, la clave es enfrentar la vida con la esperanza renovada, criticando lo malo y aplaudiendo lo bueno, pero siempre poniendo la persona su parte activa en la sociedad.