Es el acontecimiento clave de la vida cristiana. Paraguay no escapa de la religiosidad, las tradiciones y con su población mayoritariamente católica cristiana, celebra la Nochebuena con la reunión familiar. Todo precedido por símbolos entre los que se destacan el pesebre, el árbol de Navidad, los regalos (de ser posible), la comida de noche alrededor de la mesa y la expresión de buenos deseos.
Quien más quien menos, hasta el declarado ateo, vive un momento especial en Navidad. Los saludos vienen y van. Más en tiempo electoral como el actual, donde los políticos explotan con mensajes aprovechando la era del whassap con los deseos de mejor vida y promesas de siempre. En medio de quienes son sinceros en sus intenciones, también hay un buen número de hipócritas metidos en la rutina de las fiestas.
Ya los catequistas recuerdan que unos magos de Oriente preguntaron dónde estaba el “rey de los judíos que acaba de nacer” (Mt. 2, 2). Los sumos sacerdotes respondieron que debían ir a Belén “después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella” (Mt. 2, 7) que seguían los magos. Allí comienza el relato bíblico sobre la vida de Jesús, declarado hijo de Dios.
Hay preguntas que caben responder como sociedad paraguaya, altísimamente declarada cristiana, ¿se sabe el sentido del nacimiento de Jesús?. ¿Se siente?. ¿Se respeta?. Respuestas que hasta en la intimidad costará responder, pero que corresponden, más aún cuando se afirma que en la Navidad se celebra el nacimiento del Niño Jesús, y se recuerda que Dios se hizo hombre y vino al mundo para salvarlo. ¿Hay real valoración a todo lo citado?.
Mirando como estamos como sociedad, aunque sea amargo decirlo, está aún lejos entender lo proclamado en Navidad: que el nacimiento de Jesús dio un nuevo sentido a la vida de la humanidad. Lo decimos desde la perspectiva de guerras aún vigentes en pleno Siglo XXI, de explotaciones por dinero y las centenas de miserias humanas que se mantienen. Aunque debe decirse que habrá millones de personas que se esfuerzan por cumplir con los mandamientos de Jesús.
La vida es de por sí motivo de agradecimiento. Jesús, como hombre o como hijo de Dios, es el más grande amor expresado sobre la tierra. Es por eso que el mundo, dentro de sus flaquezas, por los siglos de los siglos, seguirá teniendo a la Navidad como la prueba contundente e irrefutable de algo inconmensurable que permanecerá sobre la faz de la tierra, por siempre y para siempre. Es que ¡Nació Jesús, y eso ya es esperanza de una mejor vida!