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viernes, 22 de noviembre de 2024
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Michelle Obama ¿La candidata a la sombra para frenar a Trump?

Michelle Obama reconoce en público que es difícil volver a una vida ‘normal’ después de haber pasado por la Casa Blanca. Quizá por eso muchos demócratas en Estados Unidos todavía confían en que dé un paso al frente y sea su candidata para derrotar a Trump. Es viable. Podría ser en agosto. Y para muchos es posible que esté a punto de iniciar un nuevo capítulo: candidata a la Casa Blanca.

Es un soleado día de primavera en San Luis (Misuri). El público, tras varias horas de espera, cuando ve subir a su ídolo al escenario, salta de sus sillas y sumerge a Michelle Obama en un auténtico mar de amor. Abogada, escritora, primera dama, icono de estilo… la esposa del primer presidente negro de Estados Unidos ha sido muchas cosas en su vida.

Desde hace meses, en medios y mentideros políticos circula el rumor de que podría presentarse como candidata, de que en la convención del Partido Demócrata de agosto Joe Biden hará un gran gesto al anunciar su dimisión y proponer a Michelle Obama en su lugar. En 2023, de hecho, la propia administración Biden admitió que los demócratas habían realizado encuestas para comprobar las posibilidades de Michelle Obama.

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La posibilidad para muchos es real. Se percibe entre la masa que la jalea en San Luis, imbuida por una febril expectativa de salvación: la última esperanza para detener a Donald Trump. “Yo votaría por ella”, confirma Alfreda Hyatte, una demócrata entusiasta que llegó a las siete de la mañana al Centro de Convenciones para estar lo más cerca posible de su ídolo.

Las casas de apuestas la ven como candidata

Aunque los Obama dejaron claro varias veces que apoyan a Biden y a su vicepresidenta, Kamala Harris, Michelle Obama tuvo que negar recientemente que se planteara entrar en la carrera presidencial. Lo hizo en respuesta a las afirmaciones de prominentes legisladores republicanos, como la congresista Marjorie Taylor Greene o el senador Ted Cruz, y a la publicación de noticias según las cuales la ex pareja presidencial instaría a Biden a no presentarse nuevamente.

A pesar de los desmentidos, en las casas de apuestas en Estados Unidos se considera a Michelle, de 60 años, como una de las candidatas más prometedoras de cara a las elecciones de noviembre. Una (de momento) fantasía que responde, según los analistas, a una profunda frustración, ya que nunca en la historia de Estados Unidos se habían enfrentado dos candidatos con tan elevados índices de rechazo entre sus enemigos. Al fin y al cabo, dos tercios de los estadounidenses consideran que Biden es demasiado mayor para liderar el país más poderoso del mundo durante otros cuatro años. Frente a él, Donald Trump, de 77 años, es visto por muchos como una gran amenaza para la democracia, al margen de su larga lista de causas pendientes.

A primera vista, Michelle parece el modelo opuesto a ambos candidatos: una mujer que no se dejó envenenar por el cinismo del mundo político y que, a pesar de sus ocho años en la Casa Blanca, mantiene su popularidad intacta. Obama defendió causas como la educación, la alimentación saludable, el deporte, la igualdad entre hombres y mujeres o los derechos de las minorías mientras figuraba de forma recurrente entre las mujeres más elegantes de su país y ocupaba portadas en revistas como Vogue.

Una mujer como las demás

En el Centro de Convenciones de San Luis, el 80% de las personas que escuchan a Michelle son mujeres. Al hablar con ellas, surge una y otra vez una frase: “Es muy accesible”. Su marido, sin embargo, exudaba siempre superioridad intelectual y una distancia irónica. Ni siquiera en uno de sus momentos más oscuros –el día en que Trump fue elegido su sucesor– Obama perdió la compostura. “La historia no es una línea recta”, sino que va en zigzag, afirmó el entonces presidente saliente.

Michelle nunca tuvo la indestructible confianza en sí misma de su marido, esa que propició su viaje de hijo de madre soltera a Harvard, después a senador por Illinois y finalmente a ser el primer presidente negro. Su esposa, por el contrario, habla a menudo de lo mucho que le afectó el abierto rechazo de los republicanos y calificó de repulsiva la mentira de Trump al decir que su predecesor no había nacido en Estados Unidos y que, por tanto, era un presidente ilegítimo. “Fue una insidiosa locura cuyo racismo subyacente apenas se ocultó –escribe en sus memorias–. Estaba destinado a incitar deliberadamente a los locos”.

En palabras de Michelle, la política es un negocio sucio del cual es mejor mantenerse alejada. Cuando Oprah Winfrey –reina de los programas de entrevistas– le preguntó el año pasado si pensaba postularse a la Casa Blanca, ella replicó: “Nunca he mostrado el mínimo interés por la política. Nunca he sido una gran admiradora de la política, y las experiencias de estos años no han cambiado eso”.

Único rival capaz de vencerlo

Sus libros y apariciones públicas pivotan alrededor de asuntos como sus desafíos y crisis personales, pero nunca sobre cuestiones políticas. De hecho, no se sabe lo que piensa sobre la guerra en Ucrania ni sobre la lucha contra la inflación. Como primera dama nunca se le habría ocurrido –cosa que sí hizo Hillary Clinton cuando ocupó el mismo puesto– elegir como asunto insignia la reforma sanitaria, sin duda el más peliagudo que pueda ofrecer la política estadounidense. Prefirió plantar un huerto para promover una mejor nutrición.

Por ahora, el puesto que ocupa Michelle es el de la principal coach del país. En San Luis le lanza al auditorio otra hermosa frase: “Una vez que entras en la Casa Blanca, nunca encuentras la salida”. Lo que quiere decir que, como ex primera dama, nunca podrá moverse en público con tranquilidad. Siempre vigilada, rodeada de guardaespaldas. Lo que más echa de menos, dice, es algo tan simple como pararse en la caja de un supermercado y escuchar a la gente. Una sencillez que choca con la acritud de Donald Trump. Y por eso, como icono de esa América que no se identifica con el magnate, Michelle Obama suena como el único rival capaz de derrotarlo.

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