La Policía Nacional tiene como misión proteger la vida, preservar el orden público, la paz, los derechos, la seguridad e integridad de las personas, de acuerdo a la descripción que figura en su portal web. La realidad dista mucho de ese ideal y a diario vemos a policías involucrados en hechos delictivos, empañando la imagen de la institución y generando desconfianza de la ciudadanía.
El pasado sábado, en Ciudad del Este, un joven y su pareja circulaban a bordo de un automóvil cuando agentes del departamento de Investigaciones acribillaron el vehículo. Se trató de una terrible negligencia policial, según asumieron los mismos jefes de la institución. Los policías confundieron el automóvil, creyendo en su interior estaba un prófugo de la justicia argentina. Las víctimas quedaron gravemente heridas, el joven que tiene 21 años llegó muerto al hospital, mientras que la mujer aun lucha por su vida.
Cuando la sociedad todavía no se reponía de este incidente, apenas tres días después saltó un caso de extorsión involucrando a policías de la sección de Homicidios. Una paraguaya que había llegado de España denunció que fue detenida y llevada hasta una sede policial, donde le exigieron el pago de US$ 100.000 para no dar cumplimiento a una orden de captura internacional por trata de personas.
Once agentes se encuentran detenidos e imputados por el hecho de homicidio y otros siete por extorsión y rapto. A esto se suma que algunos de los uniformados implicados en estos oscuros episodios ya tenían antecedentes delictuales, pero gracias a la impunidad seguían en funciones tranquilamente.
Es una realidad del Alto Paraná que los uniformados destacados en la región se sumen al engranaje de la delincuencia. Numerosos casos saltaron a la opinión pública, donde los uniformados estaban brindando protección a narcotraficantes y proveyendo de documentos falsos a delincuentes. Hay un rosario de casos de policías extorsionadores, que utilizan las comisarías para retener a sus víctimas.
Los policías corruptos operan con total desparpajo, ante la población que ya sabe que los agentes no están para protegerlos, sino más bien son un peligro para los ciudadanos. Es vox populi que los funcionarios apetecen ser comisionados al Alto Paraná y a Ciudad del Este en especial para volverse millonarios y de hecho lo logran. Muchos uniformados jamás podrán justificar con sus ingresos el nivel de vida que llevan. Van a Alto Paraná para recaudar para sí mismos y para sus padrinos, quienes los envían a esa zona con esa misión.
Un ex ministro del Interior, en alguna ocasión acuñó una célebre frase, para referirse a la complicidad de los jefes con la corrupción de sus subordinados. «No hay fiesta sin permiso», había dicho, Francisco De Vargas, cuando estuvo al frente de la cartera del Interior, con lo que se puede concluir que los policías corruptos siguen operando con tranquilidad porque la cúpula policial otorga el permiso para la fiesta.
Pasaron varios ministro del Interior y al parecer la fiesta sigue. Ninguno inició una depuración de los cuadros o al menos un intento por mejorar la imagen de la institución.