Prof. Mag. Eduardo Ortíz Mereles
En la historiografía de la “Guerra contra la Triple Alianza” siempre se intentó en principio; encontrar el culpable de las acciones militares que enfrentaron a los cuatro países hermanos, o al menos justificar las mismas. Siempre se analizan números, datos de tal o cual batalla, sus protagonistas, consecuencias, esquemas, croquis, mapas, estrategias, entre otros.
Pero poco se desarrolló el tema del lado humano de los protagonistas de aquellos épicos días donde muchos dieron sus vidas en defensa de la patria y de sus respectivos países.
¿Qué pasaba después de terminada una batalla o algún combate? ¿Por qué era importante para el soldado levantar la moral? ¿Cómo levantaba la moral? En medio de tanta tristeza, enfermedades y muerte incluso al lado de cada hombre en el frente de combate… ¿Qué hacía aquel para alegrarse? ¿Cómo y en cuales casos se “divertía” por así decirlo? ¿En medio de la guerra se podía reír o mejor dicho había tiempo para ello? Habían varias formas, y una de ellas era con el consumo de caña:
En el Archivo Nacional de Asunción (ANA) encontramos un documento de la “Cuenta mensual que la Tesorería general presenta a S.E. el Señor Ministro de Relaciones Exteriores por ausencia del de Hacienda, de las entradas y salidas que ha habido en todo el presente mes”, correspondientes a los meses de agosto a diciembre de 1866 y desde enero a agosto de 1867, con la firma de Saturnino Bedoya en donde se detallan varios rubros como ser: ventas de diezmos, multas, arrendamiento de tierras, alquileres de casas, papel sellado y patente, cueros, yerba, alquileres de carros fúnebres, derechos de recoba, derechos de mayordomía, venta de dos novillos, y en la foja 20 se encuentra un llamativo rubro: “venta de vino” en el mes de julio de 1867.
Nos preguntamos entonces ¿por qué aparecía por primera vez ese rubro? ¿Quién compró el vino? O simplemente ¿quién le vendió a quién?, el Estado se sabe, pero igual; ¿por qué de repente y por primera vez en 12 meses?
También dentro del fantástico acervo del Archivo Nacional de Asunción, encontramos una carta escrita por Francisco Cubal dirigida a Jaime García, pidiendo el envío de cigarros, aguardientes y otros objetos, sin fecha pero catalogado como dentro del periodo de la Guerra contra la Triple Alianza. Transcribimos la misma textualmente, dentro de las posibilidades de su comprensión debido a su antigüedad y en algunos casos con palabras ilegibles:
“Señor Don Jaime García. Muy señor mío, logro esta oportunidad de dirigir a Vd, esta con el fin de hacerme las gracias de mandarme tres o cuatro cajones de cigarro para vender (ilegible) porque aquí vale mucho, y también le remito a Vd. un (ilegible) de aguardiente con el mismo portador de esta porque estuve con él (y) decía de tomaba un poco, asimismo participo a Vd. para haga el bien de mandarme 25 (ilegible) y (ilegible) se volverá a éste y todos esto sírvase entregar al Cabo Lopéz del Cuartel General para que me mande remitir (ilegible) y en la demás amigo mío sirva de contestarme esta para mi inteligencia porque la vez pasada ya tengo remitido a Vd. una carta del mismo modo pidiendo contestación y no he merecido de Vd. la contestación y quiero saber que ha llegado o no , y en lo demás sírvase mandarme todo lo que fuere de su agrado y con (siglas ilegibles). Firmado: Francisco Cubas.
También la música servía para levantar la moral del soldado antes y durante toda la campaña: El historiador argentino Dr. Diego Gonzalo Cejas estudioso de la música en el frente de batalla recuerda, que el Mariscal López “aseguró por todos los medios la acción emocional sobre sus conciudadanos, y se apoyó fundamentalmente en los pilares que constituían la tradición moral de su pueblo y refrendó sus discursos breves e incitadores con el vigor de sus bandas militares” (2011, p. 81)
Los bailes eran una constante, claro; cuando había motivos para festejar, y en algunos casos; aunque no los hubiera, igual se bailaba porque había que levantar la moral del soldado.
A modo de conclusión podemos manifestar que queda mucho por investigar y también podemos darnos cuenta de que en algunos casos los ámbitos de estudio son encarados de una manera más meticulosa que en otros. O sea, nobleza obliga a decir que durante mucho tiempo en el Paraguay se estudió a la Guerra contra la Triple Alianza con sus batallas, fechas, protagonistas, resultados y las consecuencias que tuvo el conflicto regional, como dijimos al principio.
Pero; refiere la historiadora Ana Barreto con una reflexión que es bien clara: “Independientemente de cuál sea el marco de interpretación para comprenderla, la Guerra de la Triple alianza sigue siendo inasible en su totalidad: la complejidad de los elementos políticos, económicos, sociales y culturales que la componen sigue siendo materia de estudios en muchos casos pendiente. Y, si hasta no hace mucho tiempo el nacionalismo de cada uno de los países involucrados hizo suya una determinada comprensión de la guerra para legitimar cada quien y a su manera, cada proyecto nacional; hoy, esa mirada heroica, patriótica, guerrera, comienza a ceder su lugar a “las otras voces” de la guerra: la de las mujeres agricultoras, comerciantes, enfermeras, vivanderas, trabajadoras sexuales, emigradas, los niños, los esclavos”. (Barreto, A., 2013, p. 15)
El aspecto sociológico, el lado humano, la experiencia del día a día son datos que en algún momento fueron pasados conforme a la tradición oral y que tal vez quedaron olvidados en el tiempo.
Los archivos nos van dando luz pero aún falta mucho por estudiar y así entender lo difícil que fue ese luctuoso lustro para los hombres y las familias de los cuatro países y especialmente para el Paraguay
Vimos entonces que la vida en los campamentos y en el frente de batalla fue muy dura en todos los sentidos: ver morir al lado a un camarada, a un amigo, a un hermano, a un padre, a un abuelo, a un hijo… habrá sido muy triste; y tal vez la noche anterior a su muerte estuvieron compartiendo juntas y por última vez esas personas.
Pero la guerra seguía y los días se volvieron cada vez más difíciles: frío, calor, hambre, miedo, tristeza y como vimos; algunos momentos de alegría, que tal vez hayan sido las últimas que aquellos bravos tuvieron en su vida.