SÁHARA MARROQUÍ (XV)

IGNACIO MARTINEZ

Así como el rey Hassan II fue pragmático, con visión de unidad, y amalgamó intereses dispersos en juego para organizar la Marcha Verde y recuperar el Sáhara marroquí, el Rey Mohamed VI trabaja con cualidades similares para sortear desafíos en el plano internacional e interno que plantea el tema Palestino, Hamás e Israel.

El sentir del ciudadano de a pie es a favor de Palestina. Hay cierta división en la definición de lo que es Hamás. Es mayoría en el pueblo marroquí la oposición a Israel. De hecho, miles de personas salieron por las calles de las principales ciudades a pedir, incluso, el fin de la normalización de las relaciones entre Marruecos e Israel y denunciar el “genocidio” israelí en la Franja de Gaza.

Los que más azuzan las movilizaciones son coaliciones que agrupan a movimientos islamistas y a partidos de izquierda. Sin embargo, la vida, en lo cotidiano, es normal, muy tranquila, por todo el país. La pregunta entonces sería, ¿y eso cómo se explica? Mi respuesta es: Hay una conciencia general de respeto al manejo internacional del Reino y, sobre todo, los marroquíes saben que la estabilidad es la clave del enorme desarrollo y crecimiento que tienen.

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Prudencia, sabiduría, habilidad y paciencia

Empecé este capítulo hablando de la visión pragmática del Rey Hassan II cuando movilizó a 350.000 personas para recuperar el Sáhara marroquí. Pues en aquel tiempo había también intereses interpuestos, obstáculos de enorme envergadura, que él debía sortear para que hoy la zona sur sea todo un polo industrial, turístico, agrícola y comercial.

De hecho, desde ese tiempo, el 6 de noviembre de 1975, ya se inició la guerra propagandística y mediática en contra alentada por Argelia, principalmente, y su foco de acción llamado Frente Polisario. A ello debe agregarse, por qué no decirlo, la ignorancia y misma desinformación internacional que colocaba a Marruecos como el agresor y malo en el continente africano.

Hoy, Mohamed VI también está condicionado a saber moverse con inteligencia. Debe recurrir a la prudencia, sabiduría, habilidad y paciencia para continuar con su política de defensa del Sáhara marroquí en momentos que tiene en su nación protestas en contra de la campaña de bombardeos sobre la Franja, en represalia por el ataque de Hamás a Israel.

De hecho, Mohamed VI, como Marruecos, fue el último de los que se incorporó a los llamados Acuerdos de Abraham (2020) y estableció relaciones diplomáticas con Israel. Se llama el «Acuerdo de Abraham»​ en honor a Abraham, el patriarca de las tres principales religiones abrahámicas del mundo: el judaísmo, el islam y el cristianismo.

Según una de las pocas encuestas que encontré, sondeo atribuido a Arab Barometer el año pasado, más de dos tercios de los marroquíes se oponen a la normalización con el Estado hebreo. Desde mi percepción lejana, puedo equivocarme; ese apoyo al «Acuerdo de Abraham» estaba de algún modo vinculado a la defensa internacional del Sáhara marroquí que debía lograr Mohamed VI, más aún con toda la desinformación que tiene en contra, y más todavía sabiendo el rol crucial que juega en ese tema el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Circunstancial o no, lo cierto es que tras el Acuerdo de Abraham, el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, logró reconocer la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Eso fue un enorme logro diplomático del Reino. Circunstancial o no (ya lo digo por simple recurso literario), eso fue luego del lanzamiento en Asunción del libro «Una mirada Latinoamericana sobre el Sáhara marroquí».

Un hecho que no debe pasar desapercibido es que hay miles de marroquíes viviendo en Israel. La cooperación bilateral abarca varios ámbitos, pero Rabat pone sobre todo el énfasis en la seguridad. Eso es lógico por los riesgos que puedan darse dentro del apoyo que sigue recibiendo el Frente Polisario, con el aval logístico y financiero principalmente de Argelia, considerado, guste o no, un país con un Ejército poderoso en África.

Para Israel mismo, el reino alauí no es un país árabe cualquiera. Se menciona que más de un 10% de la población israelí es originaria de Marruecos. De ahí el elevado número de turistas que, en cuanto se establecieron vuelos regulares directos, viajaron al país de sus ancestros. Según dicen, es el único país árabe donde subsiste una pequeña comunidad judía (unas 3.000 personas, según datos que obtuve).

Una historia de Paz

Por lo que significa el Sáhara marroquí, cuya definición internacional en parte se juega en la ONU (donde EE.UU tiene un rol de valor), lo que pasa entre Palestina, Israel y Hamás coloca ahora a las autoridades de Marruecos en una situación especial. Sin embargo, su historia de paz hizo que el Reino condenara «los ataques contra los civiles, cualquiera que sea su procedencia», y solicitara «el cese inmediato de todos los actos de violencia». Eso ya fue el pasado 8 de octubre por medio del comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores marroquí. Mohamed VI llegó a pedir además una reunión urgente de los ministros de la Liga Árabe.

La nueva agenda Palestina, Israel y Hamás vino a caer en Marruecos en buen momento internacional. Pues estaba logrando instalar su derecho en las Naciones Unidas, que va entendiendo a su vez lo que significa el Frente Polisario y su aliado Argelia. De hecho, ya España y Francia (países invasores en el pasado) ya respaldan el derecho del Reino sobre el Sáhara marroquí. Ante todo lo escrito en esta columna, mi percepción subjetiva es que Mohamed VI está dentro de aquella línea que tuvo el rey Hassan II (pragmatismo, prudencia, sabiduría) para proteger el Sáhara marroquí y el pueblo, en medio de la diferencia, debe continuar valorando la estabilidad para que continúe el desarrollo y el progreso.

Siguiendo con mi percepción, como observador lejano, y en conclusión, sostengo que el Reino tiene claro el objetivo. Dentro de esa sensación de tiniebla que parecería le rodea por el momento internacional con repercusión interno, para Mohamed VI, como política de Estado está: La protección integral de lo que es Marruecos con el Sáhara marroquí incluido, la defensa de la creencias de los musulmanes, la pertenencia al mundo árabe y el derecho de África, como continente, a construir una mejor calidad de vida.