Nuestro mercado financiero es por demás complejo. A los bancos, financieras y casas de crédito que pretenden hacerse camino en este ya competitivo mundo, se suman las personas que desde el “mercado negro” comercian con dinero, pero mayormente con la necesidad de la gente. El comercio de la desesperación ha ganado terreno y contra eso pretende luchar la inclusión financiera.
El tema es crucial en la agenda global, y con razón. La inclusión financiera pretende garantizar que todos tengamos acceso a servicios financieros, pero esto representa un desafío muy grande y particular en nuestro país debido a la tremenda desigualdad económica y el gran porcentaje de pobreza. Pretender una verdadera y útil inclusión al mundo financiero implica necesariamente acortar estas brechas, y eliminar acaso gran parte de los requerimientos excluyentes a la hora de acceder a créditos.
El escenario existente hasta ahora ha propiciado la proliferación de submundos financieros crediticios. Estos, claramente no regulados son los que comercian con la necesidad, ya que sus clientes-víctimas son aquellos sujetos excluidos del sector formal financiero. Aquellos rechazados por el sistema bancario son quienes recurren a los usureros.
Entonces, inclusión financiera implica garantizar que todas las personas, independientemente de su nivel de ingresos o ubicación geográfica, tengan acceso a servicios financieros asequibles y seguros. Inclusión financiera implica acercar la posibilidad de ser titular de cuentas bancarias, seguros, prestamos a personas hoy rechazadas por la banca. Se trata de buscar el crecimiento y fortalecimiento de todo el sistema financiero paraguayo. Se trata de impulsar a miles de personas a ingresar a la formalización, es invitarlos a engrosar las filas del mundo financiero en blanco.
Ahora, es necesario meditar acabadamente respecto a la receta para lograrlo. Parecería ser que el único camino es la regulación adecuada, lo cual nos llevaría a proteger a los consumidores y al mismo tiempo cuidar la estabilidad financiera. El Estado deberá ser el encargado de establecer las reglas del juego, permitiendo el ingreso al sector de aquella población hasta hoy olvidada, flexibilizando tal vez las pautas de acceso; todo esto sin descuidar los cimientos de las estructuras crediticias. Facilitar sin debilitar será la compleja tarea.
El segundo objetivo debe ser el exterminio del submundo financiero crediticio. Los actores no regulados, como prestamistas informales o empresas de tecnología financiera que operan en un área gris del sector y ofrecen acceso rápido y fácil al crédito, pero al mismo tiempo imponen tasas de interés exorbitantes y usurarias, que finalmente no hacen más que absorber a los necesitados a un bucle interminable de deudas.
Solo una regulación contemplada finamente, con visión de futuro y compromiso con el desarrollo financiero podrá cumplir ambos fines. La regulación es esencial para evitar tropiezos y lograr un camino seguro. Una regulación efectiva puede no solo establecer límites a las tasas de interés, exigir transparencia en los términos del préstamo y proteger a los consumidores contra prácticas comerciales abusivas, sino también permitir un acceso más sencillo a créditos en blanco.
Es tiempo de avanzar en términos de acceso al gran mundo financiero. Es obligatorio adecuar a los tiempos modernos a nuestros comerciantes, emprendedores, agricultores. Todo trabajador debería tener acceso a una cuenta bancaria, a créditos legales, a seguros que verdaderamente respalden los riesgos. Es momento de pasar al trabajador promedio del submundo a la legalidad financiera.