En el ambiente hay esperanza. Eso es bueno. El Paraguay precisa de ese oxígeno de optimismo. Santiago Peña, en su primer discurso público como presidente de la República, enfocó varias aspectos sobre el devenir de la República. Sólo el tiempo dirá la coherencia entre sus dichos y los hechos en su gestión gubernamental.
Nosotros desde La Tribuna le auguramos el mejor de los éxitos. Un buen gobierno, finalmente, beneficia a todos. Las expectativas están centradas en una persona joven, que hoy está ante uno de los desafíos más importante de su vida. Él tiene en sí mismo el mayor porcentaje de las decisiones y acciones para pasar en la historia como un gobernante que hizo mucho, poco o nada por el Paraguay.
Tomamos nota que se comprometió ante el pueblo paraguayo a mostrar una política de Gobierno diferente a los anteriores que pasaron. En su extenso discurso adelantó lo que será su trabajo por los próximos años, mencionando sus responsabilidades para con la nación y de cara también a las relaciones bilaterales y los vínculos regionales y mundial.
En nuestras páginas están sus palabras, divididas por tópicos y áreas que fue enfocando. Casi en todo el transcurso de su alocución tuvo un lenguaje tranquilizador y dejó la promesa que será el presidente de todos los paraguayos. De hecho, estamos ante un Jefe de Gobierno preparado para liderar un proceso de días mejores para la Nación guaraní.
Podríamos señalar que le faltó contundencia en algunos temas, como los Anexo C de las binacionales construidas con Brasil y Argentina, y no mencionó otros. Sin embargo, hay que decirlo, los discursos son discursos. Lo que vale desde el día después son los hechos. A esos, estaremos atentos y concentrados en la observación.
Nosotros, como medio de prensa, le aseguramos a Santiago Peña que seremos justos en nuestras apreciaciones sobre su mandato hasta el 2028. Vamos aplaudir y alentar las cosas que son correctas y haremos los reparos respectivos con el objetivo de la corrección, en caso de los errores.
El flamante gobernante tendrá en La Tribuna un aliado sin condiciones en aras de un país con calidad de vida. Nuestra historia, que se inició en 1925, nos exige rectitud, y en ese sentido haremos las valoraciones dentro de un periodismo honesto y justo. Lo que está mal, está mal. Lo que está bien, está bien. Nuestro apoyo será la crítica imparcial, severa pero objetiva.