Si el propio Estado es incapaz de proteger a su gente, entonces el caos está cerca. Duele proyectar dicha palabra con el abandono en el cual está el usuario del transporte público. En estos días de mucho frío, es doblemente doloroso comprobar el maltrato en el cual viven los pasajeros del transporte público sin que haya reacción de quienes regulan la vida pública.
Largas colas de pasajeros son la realidad en cada parada de autobuses. Las reguladas se mantienen, así como la poca reacción de los órganos encargados de velar por la normalidad en el servicio. El Viceministerio de Transporte nunca tuvo autoridad ante los propietarios de los autobuses. Estos hacen lo que quieren y siguen ganando dinero a costa de una actividad que, en palabras directas, es el abuso hacia la ciudadanía.
Las bajas temperaturas de los últimos días no fueron motivo para alguna actitud de projimidad. Los trabajadores que madrugan o los que regresan por la noche a sus casas pasan por toda una tragedia. Los estudiantes que se desplazan en el transporte público también enfrentan la misma situación. Aunque dicha fotografía es en cualquier momento, tanto de día como de noche.
Si ya de por sí es bastante difícil el uso de las unidades de transporte explotadas por los llamados empresarios, es todo un riesgo saber de la escasa seguridad que hay frente a la cantidad de ladrones y asaltantes que aprovechan el vacío de control que existe. Los casos de robos, muchas veces, ni siquiera figuran en los registros policiales. Tampoco sirve de mucho presentar las denuncias respectivas.
Lo que detallamos son hechos cotidianos. Lo que buscamos resaltar es que esa cotidianidad está volviéndose normal dentro de la sociedad. Ya pocos perciben que en verdad hay una complicidad del mismo Estado con el abuso del derecho del usuario del transporte público. Por eso decimos: si el dolor ciudadano no se corrige o atiende como corresponde, el caos está cerca, lo cual puede resultar en consecuencias impredecibles y lamentables para todos.