La reciente oleada de medidas proteccionistas impulsadas por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha reactivado un escenario de guerra comercial que no veíamos desde hace años. Aunque las cifras y las decisiones parecen desarrollarse en un plano lejano, sus efectos ya se sienten en todo el mundo, y Paraguay no es la excepción.
Estados Unidos ha incrementado sus tarifas de importación de manera generalizada, con tasas promedio que pasaron de 2.5 % a 22.5 % en apenas un año, según Fitch Ratings.
Esto ha impactado no solo a grandes economías como China y la Unión Europea, sino también a países emergentes, algunos de ellos claves para el comercio paraguayo. Entre los afectados están Brasil, con un 10 %, y socios asiáticos estratégicos para las exportaciones agroindustriales.
Para nuestro país, el impacto llega por múltiples vías: una guerra comercial entre potencias se traduce en volatilidad en los mercados, cambios en la demanda global de commodities, y distorsiones en los precios internacionales de insumos clave como el acero, la tecnología o el petróleo.
¿Qué significa esto para Paraguay?
Paraguay es una economía abierta y orientada al comercio. Exportamos carne, soja, energía eléctrica y otros bienes a una red diversa de países.
Sin embargo, cuando las grandes potencias entran en guerra comercial, se produce una ralentización del comercio internacional, lo que reduce la demanda de materias primas, presiona los precios a la baja y, en consecuencia, reduce nuestros ingresos por exportación.
Además, muchos productos paraguayos —como la carne y la soja— se exportan a mercados que también comercian con Estados Unidos.
Si esos mercados enfrentan barreras arancelarias, redirigen sus flujos comerciales y saturan otros destinos, generando competencia indirecta para Paraguay.
Como detalla el informe “Trade War: Navigating Volatility”, de la firma UBS, el aumento de las tensiones comerciales suele traducirse en una mayor volatilidad de los mercados financieros, es decir, incertidumbre.
Los inversionistas se tornan más conservadores y prefieren activos seguros, lo que encarece el financiamiento para los países emergentes.
En otras palabras, si los países necesita emitir deuda en el mercado internacional, tendrán que ofrecer mayores tasas de interés para atraer a los compradores.
Esto representa un mayor costo para el Estado, que termina afectando al ciudadano común, ya sea a través de menos inversión pública o más presión fiscal en el mediano plazo.
La Guerra comercial y Paraguay: La inflación
Aunque en Paraguay la inflación se ha mantenido relativamente estable, una guerra comercial puede presionar al alza los precios internos. ¿Por qué? Porque muchos insumos que usamos localmente —desde maquinaria agrícola hasta repuestos de autos— provienen del extranjero. Si se encarecen por las nuevas dinámicas comerciales, el costo se traslada al consumidor final.
A pesar del escenario complejo, Paraguay cuenta con fortalezas: una deuda pública moderada, un sistema financiero sólido y una posición estratégica en el Cono Sur.
Pero estas ventajas deben ser acompañadas por políticas inteligentes y ágiles, que protejan la competitividad del país, promuevan la diversificación productiva y fortalezcan la integración con nuevos mercados.
En tiempos de incertidumbre global, el peor error sería quedarse inmóvil. Es momento de afinar nuestra política comercial, invertir en infraestructura estratégica y acelerar las reformas necesarias para fortalecer la resiliencia de nuestra economía.
Aunque esta guerra comercial no la empezamos nosotros, sus efectos sí nos conciernen. Y prepararnos para ellos es nuestra mejor defensa.
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