Enhorabuena por la iniciativa del presidente electo, Santiago Peña, de conversar con Luis Inácio «Lula» Da Silva sobre la renegociación del Tratado de Itaipú. A través de sus declaraciones a la prensa, percibimos que su idea sobre el tema todavía es demasiado general, lo cual debe ser observado, ya que lo ideal es que todas las acciones que realice como gobernante estén dentro de una planificada política de Estado.
Se estima que las conversaciones formales iniciarán dos días antes de la asunción de Peña a la Presidencia. «La propuesta de Paraguay es que Itaipú se convierta en una fuente de desarrollo para el proceso de integración; que permita inversiones para desarrollar redes eléctricas; que brinde oportunidades de empleo tanto para paraguayos como para brasileños», informó Peña. Sin embargo, mandatarios anteriores también expresaron algo similar y, al final, Brasil mantiene el monopolio de la administración y un uso abusivo de la energía que le corresponde a Paraguay.
La Tribuna respalda la acción de Peña de no esperar hasta el 15 de agosto para asumir el liderazgo. Sin embargo, debido a experiencias pasadas, advertimos que si no se lleva a cabo dentro de un plan integral de política de Estado, no tendrá el impacto favorable que el país necesita. Además de la actitud presidencial, Itaipú requiere el apoyo del Congreso y del pueblo paraguayo. No seamos ingenuos, Brasil no está dispuesto a renunciar fácilmente al uso de la energía nacional, la cual es la base de parte de su desarrollo.
Insistimos en la política de Estado como base de todo lo que represente a Paraguay, para no caer en el juego de Brasil, que, por cierto, solo participa en el proyecto bioceánico para agilizar la exportación de sus productos hacia China, donde la mayor parte de los royalties quedan en manos de empresas privadas y de su propio fisco. Algo similar se contempla en el otro puente proyectado sobre el Paraná.
Recordemos que Brasil también juega su propio partido en Ciudad del Este. Aunque sean los nativos de allí quienes realizan las compras, siempre que pueden, el país vecino intenta perjudicar el comercio para llevar la triangulación hacia algunas ciudades brasileñas. Además, hay temas preocupantes como el crimen organizado, el tráfico de drogas, el contrabando, las armas y los cigarrillos, donde el gobierno de Lula tiene una responsabilidad directa.
En conclusión, aplaudimos la iniciativa de Peña, pero sus palabras sugieren que también está dispuesto a recibir más regalías a cambio de mantener la cesión del mayor beneficio que Brasil obtendrá para seguir creciendo a expensas de la energía nacional. Esperemos que no sea así, pero dejamos en claro que, si no hay una verdadera política de Estado en cada acción presidencial, existe la posibilidad de que se repita la insuficiencia conocida de administraciones anteriores.