A 34 años de la caída de la dictadura de Alfredo Stroessner, la sociedad experimenta un desencanto hacia la democracia. El entusiasmo inicial de la recuperación de las libertades y la ratificación de derechos fundamentales, no se tradujo en el cumplimiento de esos derechos ni el mejoramiento de la calidad de vida de los ciudadanos.
El decepción con la democracia la experimentan la mayoría de los países latinoamericanos. Basta con una búsqueda de Google para encontrar una enorme cantidad de análisis y publicaciones sobre este fenómeno y que alienta el surgimiento peligroso de líderes populistas, que reivindican el autoritarismo y las dictaduras.
Para Susana Aldana, directora de la ONG Decidamos, el desencanto por la democracia en Paraguay tiene que ver con el fuerte deterioro de las instituciones, la falta de cumplimiento de las expectativas iniciales del acceso a derechos y libertades y el descalabro en lo que se refiere a la igualdad ante la Ley.
A esto se suman los partidos políticos que dejaron de representar los intereses ciudadanos y una sociedad civil desorganizada, que dejó espacios a otros grupos de poder.
“El entusiasmo que teníamos, quienes hemos vivido la dictadura y ser testigo de lo que fue aquel 2 y 3 de febrero del ‘89, con la alegría de la posibilidad de vivir no solamente en libertades, si no que resolver los problemas que teníamos, en el acceso a educación, de acceso a bienes, como la salud, a movernos libremente, a asociarnos a exigir derechos, se desvaneció”, comenzó diciendo.
Sostuvo que aunque el Estado paraguayo ratificó una cantidad de acuerdos y convenios que tienen que ver con la convivencia internacional y el acceso a derechos, la sola firma de esos acuerdos o la simple aceptación, no significó que efectivamente se cumplan.
El otro motivo para el desencanto con la democracia, según Aldana, tiene que ver con “el deterioro muy fuerte y grave del funcionamiento de las instituciones. Sobre todo del cumplimiento de lo que debería ser la igualdad ante la ley”.
En ese sentido detalló que “hay dictámenes o acordadas que benefician a sectores y a otros no, ya sea para el transporte público, ya sea libertades de algunos medios para publicar una encuesta, ya sea para amparos para funcionarios públicos para seguir siendo empleados y no jubilarse, ya sea para cobrar jubilaciones a las que no tienen derechos”.
“Hay un descalabro en el sentido de que no somos iguales. Hay una percepción en la sociedad de que no somos iguales, que hay ciudadanos de primera y de quinta, ni siquiera de segunda, sino de quinta. Eso tiene que ver con la disfunción y la enorme fragilidad de nuestras instituciones”, remarcó.
Entre las causas de este deterioro Aldana sostiene que contrariamente a lo que la sociedad experimentaba en el último tramo de la dictadura, la sociedad paraguaya experimenta en la actualidad un bajo nivel de organización y que ésto se agudizó con la pandemia. Lo más preocupante es que el espacio dejado por las organizaciones sociales fue ocupado por los grupos de poder, incluyendo a las organizaciones mafiosas e inclusive al crimen organizado.
“Antes teníamos organizaciones ya sea en los colegio o la universidades, o en los partidos, o en las parroquias, o en los clubes a los rotary, o lo que sea. Estábamos organizados en los barrios. Había comisiones vecinales para arreglar la Plaza, para arreglar lo que sea. Ahora, casi no hay más eso. Nos fuimos todos a nuestras casas, de alguna manera y nos volvimos en ese sentido consumidores. Nos fuimos a los shoppings. Pero, no de manera organizada. Entonces, esos espacios, que dejaron las organizaciones sociales, ahora ocupan los grupos de poder, y es como ahora se maneja el Estado”.
“Yo creo que hay un enorme desencanto (por la democracia) porque no estamos mejor en términos de condiciones de vida y la desigualdad es enorme”, remarcó.
Para Aldana el desafío para el próximo período de gobierno tiene que ser un retorno del apego a la Ley y recomponer instituciones claves.
“Hay un enorme desafío de recomponer y reconstituir todo lo que es la carrera del servicio público y que el ciudadano se sienta de igual manera atendido”, sostuvo.
Señaló también que los partidos políticos son los grandes responsables de la decepción ciudadana hacia la democracia.
Dijo que las organizaciones políticas tienen que ser realmente representantes de los intereses de los sectores que consideren. Pero, no deben ser instancias solo para llegar al poder, de cooptación de negocios o para conseguir licitaciones o para dar empleos.
“Tienen que ser instrumentos que representen y administren las diferencias de la mayoría y minorías y de los grupos de poder, e interclase para que seamos una democracia en la que podamos convivir en tolerancia, con pluralidad con lo diferente”.
“Aquellos que vivimos en la dictadura, sabemos lo que es no tener libertades. Sabemos lo que es callarse, lo que es no meterse, lo que son los castigos a familias enteras, vecindario, vecinos, amigos etc, conocemos lo que son las restricciones”, rememoró.
La sociedad civil también es responsable en alguna medida del vaciamiento de la democracia y existe una responsabilidad de recuperar la organización para exigir que las instituciones funcionen.
“Creemos que las sociedades van nomas para adelante y no es así. La sociedad es según el contexto, el momento que vivimos. Es lo que tenemos. También hay una contrapartida de la sociedad civil en volver a organizarse, en volver a exigir que las instituciones funcionen y tener la capacidad de proponer alternativas y soluciones, que hagan que podamos convivir en paz, siendo diferentes”.