En hora buena toda acción que busca aplacar la corrupción. Es una enfermedad de años en Paraguay. Partiendo de dicha premisa, es válido el interés de Washington sobre la suciedad en el país. Definitivamente, el mal uso del dinero público, el tráfico de influencia y sus secuelas en infinidades de delitos evitan mejor salud, educación, obras viales; en fin, sacan calidad de vida a la población.
Reiteramos el respaldo a todo esfuerzo anti corrupción. Por eso, merece aplausos la intención de la administración de Biden. Sólo llama la atención el grado de intensidad con la nación guaraní y que ignore a los países limítrofes. Tampoco es elegante eso de mal de muchos consuelo de tontos, pero los personajes de Brasil y Argentina no son menos que Paraguay en el tema corrupción ni posiblemente como probables tierras desde donde se podrían mantener vínculos con sectores extremistas.
De hecho, todo parece indicar que hay más grupos organizados anti EE.UU en dichas naciones que lo que pueda darse acá. Claramente, y a la luz del día, los gobiernos de Fernández y Lula están más cerca de China Continental, que es otra preocupación del Norte. Paraguay, en tanto, es el único en la zona que mantiene relación con Taiwán. Mencionamos los hechos sólo buscando comprender al alcance genuino del objetivo de los Estados Unidos y, en definitiva, que la República pueda obtener la parte que más le conviene a lo que venga en paralelo a la lucha anticorrupción.
Es para ir observando, también, que en octubre pasado trascendió la elaboración de un Plan Maestro para la Navegabilidad del Río Paraguay, impulsada con el respaldo del Gobierno norteamericano. Se habló incluso del apoyo de los servicios de su Cuerpo de Ingenieros del Ejército. Dicha información generó la reacción de autoridades de provincias argentinas, que consideraban una “violación de la soberanía”.
Reiteramos que toda adhesión, asesoría y sinergia para lucha contra la corrupción merece el mayor de los reconocimientos. Sin embargo, la tarea específica corresponde a las instituciones paraguayas designadas para tal efecto. Los poderes del Estado, más que esperar conferencias de prensa de diplomáticos extranjeros, deben asumir sus responsabilidades en proteger la soberanía nacional y deben ser los primeros en trabajar, en recíproco control, para llevar a los corruptos a prisión. Y quienes tengan vínculos con terroristas, sí así fuere, que sean juzgados como estipulan las normas internacionales.
La Tribuna volvió para ser fiel a su historia: En su línea Editorial va a jugar el partido que beneficia a la República. No somos istas de nadie. Queremos lo mejor para el país. Por eso, hace tiempo elevamos nuestra voz contra la angurria de brasileños y argentinos con el Paraguay, tanto en el manejo de las binacionales (Itaipú y Yacyretá) como en el comercio fronterizo. Por eso, igualmente, vale de sobremanera poner énfasis en el costo real al control de la hidrovía, valorar la ubicación en el corazón de América del Sur y exigir corresponsabilidad en la seguridad que pueda partir de las Tres Fronteras.
De corazón, esperamos que el grito contra la corrupción no sea un mero «tero, tero», y que detrás se esconda otros fines, y finalmente todo lo que se perciba en el ambiente inicialmente concluya con otra realidad que dañe o perjudique aún más a la Nación. Es decir, que además de no poner fin a la corrupción, concluya carcomiendo objetivos e intereses naturales y legítimas de la población paraguaya. Dolerá mucho más a la República que todo sea un simulacro como hace esa conocida ave, que hace mucha alharaca en un lugar, para poner sus pensados huevos en otra zona.