La suba del combustible, por citar lo local, y el nulo crecimiento de los vecinos, Brasil y Argentina, por citar lo externo, deben mover a la prudencia para convivir un 2023 saludable. La sensatez, como sociedad, gobierno y gobernados, es necesaria para sobrellevar el año. Lo internacional no deja espacio para el augurio, por lo que lo interno debe operar sobre la madurez para evitar mayor descalce financiero o una inflación dañe aún más la economía nacional.
Ya está semana se verán las secuelas del incremento del diésel dispuesta por la empresa estatal y los emblemas privados. Aunque dicha alza y sus consecuencias puedan parecer o ser una reacción lógica del mercado, hay que tener en cuenta que la coyuntura tiene a la vista unas elecciones presidenciales en abril próximo, que vienen con su propia carga de agitación y manejo particular. La aprobación del aumento para los funcionarios públicos sin que haya el debido recursos, es un ejemplo de eso.
Además debe observarse que hay experiencias de mal uso de los recursos del Estado en etapas de comicios presidenciales, como igualmente el flujo de dinero sin control, que viene de la clandestinidad y la delincuencia. Por más que haya mucho ruido de parte de la Justicia Electoral sobre el financiamiento político y crezcan los anuncios de cruces de datos de parte de la SEPRELAD, la política continúa gozando, libando y utilizando los ingresos marginales.
Siempre es bueno tener presente que la economía nacional descansa sobre factores que no son verificables con seguridad, como es la producción agrícola; que depende del clima y los precios internacionales, y la ganadería, que muchas veces es perjudicada por los gritos maliciosos de aftosa, que llamativamente suelen venir de cadenas de prensa que operan a favor de competencias, es decir, son medios de Brasil y Argentina.
Hablando de los vecinos, y mirando el contexto regional, ambas naciones citadas no tienen un futuro fácil. Los expertos anuncian que Brasil y Argentina tendrán un crecimiento pálido, que van alrededor del 1,2% y 0,5%, respectivamente. O sea, bastante menos que las proyecciones del crecimiento del PIB en Paraguay. Nos guste o no, son los principales socios comerciales y por la relación de frontera, los que les pasan inciden en la economía paraguaya.
Por más que el gobierno actual está de salida, tiene que tener alguna autoestima y procurar que la economía no vaya de mal en peor. El que venga en agosto próximo deberá calafatear el barco para terminar bien el 2023 y aspirar luego algo más sustentable. El sector privado, en tanto, especialmente, los comerciantes, deben cumplir un rol de justa comprensión en la diferencia que pretenden con las ganancias.
Definitivamente, la madurez y sensatez, de manera colectiva, serán pilares para una economía llevadera en el año, que acaba de comenzar. De lo contrario, hay mucho riesgo para la mayoría de la población paraguaya.