Brújula deportiva: Sólo recuperaremos el éxito cuando rescatemos la identidad perdida

Hoy nos desayunamos la triste pérdida de otro valor de nuestro cada vez más golpeado acerbo cultural, artistico y deportivo, con la desaparición de figuras que forjaron su grandeza. En la fecha falleció Carlos Viveros, integrante del emblemático “Caribe 3” que matizó y alegró incontables fiestas y reuniones sociales de antaño.

Carlos así como atesoraba la música en su sensible corazón que hoy dejó de latir, amaba  profundamente el deporte y lo que él conquistó en la música también lo hizo en el deporte, con su profundo afecto al club Nacional del que fue socio vitalicio y la transmisión de sus genes exitosos en las carreras de esgrimistas de su hijo, el odontólogo Carlos Viveros, campeón nacional de espada y su nieta Montserrat, que superó incluso la fecunda labor de su progenitor en la misma especialidad trasladando sus logros a la escena internacional, en el ámbito continental.

Hace muchos años, Carlos Viveros Padre lanzó una idea que nos pareció en su momento sumamente valiosa. Pero nadie le hizo caso. Y una de las colaterales pero vigentes consecuencias, es el paupérrimo sitial que hoy día detenta nuestro futbol, en contraposición con su rica historia,  plasmado en el fracaso de su decepcionante copa America en Estados Unidos, donde se batió un record nefasto de hace 99 años, cuando era de prever que así fuera por el absoluto noviciado que entonces le correspondía.

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Su sensibilidad artística, le llevó a impulsar la idea de cambiar el actual modus operandi de nuestras hinchadas y recuperar el olvidado sapukay, ancestral, autóctono y autentico en reemplazo del mal copiado estribillo que nos legaron nuestros hermanos del sur de “dale campion….. dale campion”.

Y no paraba ahí su propuesta, sino que se extendia en cuanto a la cadencia musical que acompañe el aliento en las gradas, que pasó de las banditas folkloricas que retumban en las eliminatorias que le ganamos a la gloriosa celeste charrúa con un memorable 5 a 0 en el 57, por las batucadas, heredadas de nuestros hermanos del este.

Tanto una como otra renovada forma de aliento, no solo no nos identifica sino se convierten en un artero golpe a nuestra hoy ya perdida autenticida. Candida y hasta tontamente, con esta forma de alentar, hacemos que crezca el respaldo a equipos de Argentina o Brasil a los que enfrentamos, que sienten más ese apoyo  que nuestros propios atletas, convirtiendose en un verdadero búmeran.

El acicate que el aliento brinda a quien se embarca en una dificil misión, históricamente está demostrado por hechos concretos, como  lo que en la guerra del Chaco representó la música, llegandose a inferir que un tema de Emiliano R. Fernandez tenía el valor de un ejército y las proclamas lanzadas por Radio Prieto que se escuchaban en el frente de batalla, hacían más daño a las filas enemigas que la metralla de nuestros soldados. Así lo reconoció la propia contrincante que respondió con la creación inmediata de Radio Illimani en pleno conflicto bélico.

El pobre papel que nos cupo en la copa América, tiene diversas causas, ciertamente, pero esta pérdida de identidad no se puede desconsiderar, porque como bien lo expresaba el pensador jamaiquino Mosiah Garvey,  “quien deja de lado la historia, es como un arbol al que le cortan las raices”.

El atropello al deporte con la expropiación del Comuneros,la abandonada tumba de Erico, la mutillación de su momento, el borre de letreros identificatorios del Defensores del Chaco, reclamado reiteradamente por la entidad gremial de los periodistas deportivos a los sordos oidos de la cúpula actual de la APF, son muestras inequivocas del desprecio hacia los valores históricos que están lejos de atesorar quienes hoy sufren de “presentitis” (exaltación solo de lo material y presente) en el seno de la APF.

Como decía Victor Benítez, “así nos va” y nos seguirá yendo si no emprendemos urgentes acciones correctivas que nos devuelvan la identidad perdida.