En su riquísima historia, Olimpia conquistó todo tipo de torneos y en las más diversas circunstancias anecdóticas. Es el club más laureado de la historia del futbol paraguayo. Nadie como el Decano del balompié, puede jactarse de contar con la mayor cantidad de títulos oficiales en el más popular deporte del país en la competición local. Y además, es el único representante nacional que ha sabido alzar ocho copas internacionales oficiales: tres Libertadores (en los años 1979 contra Boca Juniors de Argentina, 1990 ante Barcelona de Ecuador y 2002 contra Sao Caetano de Brasil), una copa Intercontinental (ante Malmoe de Suecia en la temporada 1979), 2 Recopas (1991 y 2003), 1 Supercopa (1990) y 1 Interamericana (1980 frente al FAS de El Salvador).
Además posee otros trofeos importantes como la Copa Nerhu obtenida en Calcuta, India frente a Gimnasia y Esgrima de La Plata y la Copa del Café conquistada en Buenos Aires ante River Plate.
Pero de todos estos logros, ninguno tuvo un teatro tan dramático, hostil y peligroso, como el que alcanzó un día como hoy, 16 de marzo en el año 1980 en Asunción al ganar la revancha por 5 a 0, despues de traer un empate en San Salvador frente al campeón local y de la CONCACAF, exactamente un mes antes, en un juego de ida que terminó 3 a 3 y que resultó toda una odisea que debió sobrellevar más allá del juego en sí.
Ubicandonos en el contexto histórico, el hoy líder político salvadoreño que barrió con los malvivientes en su pais, Nayib Bukele, todavía no había nacido (hoy tiene 43 años) en el momento en el que Olimpia se presentaba en esa nación centroamericana, en medio de una guerra civil.
El Salvador vivía un verdadero caos. El día que llegó la delegación de Olimpia se producía una gran explosión de una bomba que hizo volar una imprenta, por dar un ejemplo.
Aquel primer duelo se libró el 16 de febrero de 1980, mientras en las calles silbaban las balas y había encontronazos entre grupos armados, muertos y heridos, guerrilleros atrincherados en las iglesias y gente que se refugiaba en sus casas para no ser victimas de la prolongada revolución. Otros, que terminaron acostumbrandose a ese borrascoso ambiente, fueron en buen número a la cancha, desafiando los peligros que corrían.
En ese clima, Olimpia jugó y empató 3 a 3 en el estadio Cuscatlan con el FAS (siglas de Futbolistas Asociados Santanecos), que hasta en una confusión por la situación que vivía El Salvador, hubo comunicadores que confundían con Fuerzas Armadas Salvadoreñas.
El partido fue conducido por el árbitro costarricense Carlos Luis Alfaro. Alicio Solalinde abrió la cuenta para el cuadro paraguayo a los cinco minutos de juego y amplió Carlos Yaluk a los 28. En el segundo tiempo, descontó Raul Casadei a los 13 minutos. Dos minutos después, de nuevo Evaristo Isasi puso adelante a Olimpia 3 a 1. Pero Amado Abraham a los 24 y Raul Casadei con «doblete» personal a los 17 dejaron las cifras igualadas 3 a 3.
En la revancha, Olimpia ganó la copa en el estadio de los Defensores del Chaco, imponiéndose por 5 a 0. El juego condujo el colegiado peruano Edison Pérez Nuñez y la sucesión goleadora del Decano fue ésta: 12’ Osvaldo Aquino, 43’ y 58’ Miguel Maria Michelagnoli, 60’ Eduardo Ortiz y 81’ Miguel Maria Michelagnoli (que completó un hat trik).
Otro hecho anecdótico insólito es que el día de la revancha, del que hoy se cumplen exactamente 45 años, la copa en disputa no estuvo en el estadio, por una desinteligencia entre la CONCACAF y la CONMEBOL. Por eso, no hay registro gráfico del plantel campeón levantando el trofeo. De ahi que publicamos en esta nota, la foto montada de la copa ausente, a la izquierda de la imagen de los gestores de la conquista.
Aqui no para la cosa. Esta es una copa que Olimpia jugó y ganó dos veces. Antes de medir al FAS la disputó con el América de México. Pero esos partidos no fueron reconocidos como oficiales, porque CONCACAF adujo que su representante debía ser FAS y no las Aguilas aztecas.
El Rey de Copas está acostumbrado a hazañas memorables, como la que evocamos el pasado 11 de enero, cuando en 1990 en un mismo dia ganó dos copas. Pero ésta Interamericana adquiere singularidad inédita e irrepetible, pues ni una guerra civil, ni la desprolijidad organizativa dirigencial de la época que le obligaron al equipo paraguayo a doble disputa, hicieron mella en el ánimo de los decanos que hoy pueden también con orgullo atesorar este titulo interamericano y calificarlo como la más anecdótica e insólita de sus conquistas.
