La declaración de la guarania como Patrimonio de la Humanidad de parte de la Unesco es algo que hace mucho esperábamos los que amamos este género, que en 2025 cumplirá cien años. Pero, ojo, la posibilidad de que esto se convierta en un rótulo de marketing y favorezca a unos pocos es muy grande. Por eso, el verdadero trabajo de valorar a la guarania está en nosotros mismos y eso nos incluye a todos los estamentos culturales, tanto públicos como privados.
El año próximo no solo se cumplirán cien años del estreno de «Jejui», la primera guarania escrita por José Asunción Flores (cuya partitura, lamentablemente, está desaparecida) sino que se cumplirán cincuenta años de la toma de conciencia de un grupo de ciudadanos que veían en este género musical una forma de reivindicar la identidad paraguaya y la figura de José Asunción Flores, muerto tres años antes, en el exilio y en la indigencia total. Jóvenes universitarios realizaron en 1975 el Festival del Cincuentenario de la Guarania, el cual fue muy importante en la consolidación del Nuevo Cancionero.
Y desde su nombre, la guarania no solo evoca un tipo de canción romántica y lenta sino la búsqueda de un mundo mejor, de la Tierra sin Mal, la utopía de nuestros ancestros. Flores eligió este nombre inspirándose en los versos del poeta sanmiguelino Guillermo Molina Rolón (1892 – 1945) que en su poema «En la fiesta de la raza» (1913) dice: «Y fue también Guarania/ la región prometida/ como tierra de ensueño/ de ilusión y de vida».
Así, en estos cien años, la guarania ha hecho un largo recorrido y fue mutando según los compositores la fueron moldeando. Flores llega a ella buscando una forma correcta de escribir la música paraguaya. Los maestros italianos de la Banda de Policía no entendían la cadencia y la síncopa particular de la polca. Entonces, el veinteañero Flores toma la polca «¿Maerapa reikuaase?» (interesante título, «¿Para qué querés saber?»), la ralentiza y descubre la belleza de la guarania. Luego compondría «Jejui», Arribeño resay»» (con versos de Fontán Meza) y después iniciaría su amistad con Manuel Ortiz Guerrero y esta historia empezaba a rodar.
Entre fines de la década del veinte y comienzos de los treinta otros músicos y poetas se suman a la guarania: Herminio Giménez, Mauricio Cardozo Ocampo, Eladio Martínez, Félix Fernández y tantos otros. Esas primeras guaranís no solo cantaron al amor, sino también a la naturaleza, la nostalgia y a las causas sociales.
Luego, entre fines de los cuarenta y comienzos de los cincuenta, otros jóvenes músicos enfatizan en el lado más romántico y crean una guarania que jugueteaba con el bolero, ritmo predominante en Latinoamérica en esos años.
En ese momento nace «Recuerdos de Ypacaraí» y «Mis noches sin ti», de Demetrio Ortiz, que alcanzan niveles de difusión mundiales. Ambas son grabadas por artistas internacionales pero no siempre en ritmo de guarania. La versión de Julio Iglesias de «Recuerdos de Ypacaraí», por ejemplo, no es una guarania, aunque sí contribuyó a la popularización de la canción.
También a mediados de siglo, Flores buscaba superar los niveles de canción popular de la guarania y crea sus obras sinfónicas, entre las que destacamos «Pyhare Pyte» y «María de la Paz», composición que apostaba por la paz mundial en plena Guerra Fría. Ambas fueron grabadas en la Unión Soviética en los sesenta. Estas obras estaban proscriptas en el Paraguay de Stroessner (1954 – 1989), por la vinculación de Flores al Partido Comunista Paraguayo.
En los setenta surge el Nuevo Cancionero y entre sus objetivos propuestos está el rescate de aquella cadencia particular de nuestra música popular y que se estaba perdiendo dentro del show business internacional. Así, no solamente se regraban composiciones antiguas sino que se crean nuevas guaranias como «Soy de la Chacarita» y «Despertar», de Maneco Galeano. Grupos como Vocal Dos y Juglares se asocian con Óscar Cardozo Ocampo, Eladio Martínez y Agustín Barboza buscando las raíces características.
Luego de la caída de la dictadura de Alfredo Stroessner (1954 – 1989), las obras sinfónicas de Flores pudieron ser interpretadas por la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Asunción (OSCA). Además, los restos del compositor fueron repatriados en 1991 y depositados junto al arroyo Mburicao, al que supo homenajear en una de sus principales composiciones.
En los ochenta y noventa, otros músicos que han transitado el jazz y el rock también buscaron crear nuevas guaranias, como Rolando Chaparro y Lobito Martínez. Del primero es «Ojavea» y del segundo, «Juego de niños» , por citar dos ejemplos.
Con la grabación de «Curuzú vera», de Paiko, aparecen versiones rockeras de guaranias y polcas famosas. Pero luego se crearían canciones en 6/8 a cargo de Fauna Urbana, La Secreta y otros más, ya en el presente siglo. Los herederos del Nuevo Cancionero, que se agruparon bajo el nombre de Canción Social Urbana (Hugo Ferreira, Víctor Riveros y otros), aportaron con hermosas guaranias.
En la actualidad, los géneros se han diluido. Los músicos se abren a diferentes fuentes y crean sus propias canciones. Forma parte de la evolución normal de la música. Pero no hay que perder de vista las características originales. Esta declaración de la Unesco da pie a que se pueda investigar sobre la guarania y conocerla mejor. Reitero, la labor de valorización de nuestro ritmo característico depende de nosotros.