De todas las virtudes que podrían decirse de Josefina Plá (1903-1999), una de ellas es que fue una mujer generosa a la hora de hacer literatura y una mujer generosa a la hora de encarar el tiempo: el tiempo pasado, su tiempo presente y el tiempo futuro. Y esa doble generosidad se reflejó de manera fundamental en su arte, en su periodismo y en su literatura.
Josefina Plá: Una voz generosa en la literatura paraguaya
Con el pasado fue generosa porque se interesó por la historia del Paraguay y supo transmitirla fehacientemente en sus escritos.
Permítaseme sacar a colación, a este respecto, un libro suyo publicado en Madrid en 1972 titulado Hermano negro. La esclavitud en el Paraguay. Este libro fue publicado años más tarde en Paraguay en el año 2010 con el título La esclavitud en el Paraguay con ocasión del Bicentenario de Paraguay 1811-2011 con un excelente prólogo a cargo del ilustre escritor e intelectual paraguayo Profesor Don Guido Rodríguez Alcalá que nos ofrece una pincelada general muy detallada del libro y de la situación del esclavo africano y acaba con estas palabras:
“Este Bicentenario es una ocasión para reflexionar sobre la aberración que significa la servidumbre. La explotación del africano resulta hoy inaceptable y la condenamos; sin embargo, debemos percibir y rechazar también toda forma de esclavitud encubierta para que la igualdad sea un hecho y no una simple fórmula legal en el país”.
Y en su ensayo titulado Obra de las Precursoras (1920-1940) la escritora hispano paraguaya lleva a cabo un periplo de aquellas mujeres (algunas calificadas por la propia Josefina Plá de “sensitivas y heroicas”) que destacaron en su tiempo por sus obras y escritos, haciendo mención de escritoras como Serviliana Guanes de Brugada, Renée Checa, Nathalie Bruel, Elvira Mernes de Galeano, Ida Talavera, Josefina Sapena Pastor o Teodosia Ramírez.
Asimismo, Josefina Plá fue generosa con su presente porque mientras vivió denunció a través de sus personajes femeninos los vejámenes contra las mujeres paraguayas más vulnerables e indefensas del interior con el objeto de poner fin de una vez por todas a una situación repetida durante muchos años en Paraguay con la complicidad de una sociedad endémicamente callada y silenciosa, y fue generosa con el futuro porque para la posteridad la escritora afincada en el Paraguay durante tantos años nos dejó un importante y significativo legado cultural en forma de poesía, narrativa, teatro, ensayo, artículos, cerámica, pintura y crítica literaria.
Su generosidad, por consiguiente, no tuvo parangón. Algunos críticos han dicho de ella que “es, sin duda, no solamente una de las grandes figuras literarias del Paraguay, sino también una de las voces capitales de la literatura contemporánea de lengua castellana”.
La mujer indígena en los cuentos de Josefina Plá
Desde su llegada a Paraguay en 1926 Josefina comenzó en seguida a despuntar participando muy activamente en la vida cultural del país y colaborando en periódicos y revistas con poemas, artículos, cuentos y ensayos literarios; sin embargo, es en sus cuentos muy especialmente donde Josefina Plá llevó a cabo una honda reflexión acerca de los diferentes roles que asume la mujer en el Paraguay antes de su destino final, un destino a todas luces trágico que la escritura quiso exponer ante el mundo desde su vena más intimista y lírica.
En sus cuentos la mujer más auténticamente paraguaya se convierte en la protagonista, y alrededor de ella girando como una figura satelital secundaria, aunque no menos importante, aparece el varón para, de alguna manera, conducirla a un final marcado por la tragedia o un destino aciago.
La misma Josefina Plá escribió que los temas femeninos se hacen presentes en su obra a partir de 1950 y continúan hasta 1960.
La mujer indígena: Úrsula en «La mano en la tierra»
Entre las mujeres que aparecen en sus cuentos está la mujer indígena, y como ejemplo de ella tenemos a la vieja Úrsula, una de las mujeres del español Don Blas de Lemos en el cuento La mano en la tierra.
El destino de Úrsula es la de ser una mujer leal y fiel compañera de Don Blas de Lemos, de su che caraí (“mi señor”), hasta el final de sus días, así como proporcionarle mancebos de la tierra, “mancebos pujantes” en los tiempos de Domingo Martínez de Irala, Cabeza de Vaca y Juan de Garay.
No obstante, la mujer indígena no es el único tipo de mujer que destaca en sus cuentos, pues tenemos también a la siempre vulnerable niñera del interior del Paraguay que suele ser una joven de relativamente corta edad y que suele caracterizarse por ser iletrada y guaraní parlante.
La niñera explotada: Miguela en «La niñera mágica«
Miguela es indiscutiblemente la protagonista del cuento titulado La niñera mágica. Miguela viene a la ciudad para cuidar a los hijos de un destacado doctor de la capital, y su destino, como el de muchas otras jóvenes de escasa educación, será el de quedar embarazada en varias ocasiones por algún varón invisible, oculto, en la sombra, sin perfilarse con detalle en el cuento; un varón sin presente ni pasado; sin embargo, ningún embarazo fructificará en ella, sino que, como la propia vida de la muchacha, se echará a perder trágicamente.
No falta tampoco en los cuentos de Josefina la eternamente sufrida campesina paraguaya de la mano de Manuela, que aparece en el cuento A Caacupe.
La campesina paraguaya: Manuela en «A Caacupe»
Manuela es una mujer trabajadora que tiene a su cargo varios hijos sin ayuda de ningún varón.
El destino de Manuela será entregar, como suele suceder en el Paraguay actual, una de sus hijas a una de sus hermanas mejor avenidas económicamente antes de morir como consecuencia de un aborto inesperado en la oscuridad de la noche y en la más absoluta soledad.
Y para añadir cierto toque de humor y comicidad a algunos de sus cuentos, Josefina recurre a la figura de una esposa dominante y, como dicen aquí en Paraguay, “argel”.
En el cuento Mala idea Benicia se erige como el prototipo de una esposa dominante y regente que tiene un marido de nombre Cristóbal que se niega a discutir con ella porque es “manso de genio”, “trabajador” y “tranquilo”.
De ella nos cuenta Josefina Plá en su cuento que es (…) “retobada, fácil de irritar, un tanto maniática” y “rencorosa”. Su fácil irritabilidad la llevará a recibir un disparo que acabará con su vida en un entorno idílico y bucólico rodeado de mandiocas o batatas en la punta del cocué.
Mujeres víctimas de violencia: Celia, Maristela y Severina
Y a la lista de todas estas mujeres con un trágico epílogo se va a sumar una inocente mujer joven de nombre Celia.
En el cuento que lleva por título El espejo, asistimos curiosamente a la historia de esta joven a través del relato detallado y pausado de un personaje masculino que está postrado en la cama debido a una enfermedad.
A través del discurso de este personaje iremos conociendo la vida de Celia, su hija, y de otros personajes femeninos, como su esposa Boni, Berta (otra de sus hijas), Emilia, Luci y Ña Damiana.
Celia no tendrá mejor suerte que las protagonistas de los cuentos anteriores y morirá de mal de amores al romperse su noviazgo con su novio Braulio.
¿Y qué decir de la también eternamente doliente esposa paraguaya? En el cuento Maní tostado una de las protagonistas femeninas es Ña Francisca, que se ve obligada a sufrir las decisiones de un esposo revolucionario y a tener que seguirlo sin rechistar en su lucha combativa, enfrentándose a todos los obstáculos y dificultades que se le presentan como esposa y madre a fin de mantener el equilibrio y la armonía del hogar y de la familia.
Este cuento sucede en el marco de la Revolución paraguaya de 1947. Y para hacernos llorar como lectores Josefina añade a su colección de distintas mujeres paraguayas a la niña abusada, un personaje que tampoco está muy lejos de nuestra realidad actual.
En el cuento Maína leemos con pasmo el caso de Maristela, una niña de doce años de la que abusa Atilio, un primo suyo.
A partir de ahí comienza un penoso calvario para esta niña que habrá de dar a luz un niño muerto y tendrá que enfrentarse, además, a las acusaciones de toda su familia.
El varón, no obstante, saldrá bien parado de la liza y libre de toda culpa moral y punitiva. Finalmente, su destino será el de pasar por los brazos de varios hombres hasta ver su existencia fatalmente consumida por un tumor maligno en el ovario.
El cuento Plata Yvyvy tiene como protagonista a una mujer joven de dieciséis años llamada Arminda que contrae matrimonio con Don Jenaro, un rico italiano de cuarenta y cinco años. En este cuento Josefina narra los avatares y retos de esta joven en su papel de esposa inexperta y bisoña, y enlaza su historia con una misteriosa aparición que hace acto de presencia en su hogar situado a las afueras de la capital.
Y atención, señores lectores, el misterio se hace eco también en los cuentos de Josefina encarnado en una enigmática mujer gitana húngara.
Se trata del cuento Cuidate del agua (título que debe leerse en castellano paraguayo) y que tiene lugar durante la guerra del Chaco.
Cuando esta mujer se dispone a comprar una “paila” o sartén, un hombre llamado Cirilo Martínez, de sobrenombre “Teyú”, la ataca verbal e injustificadamente.
La gitana, mujer que se muestra sabia y prudente desde el principio del acoso, aguanta con estoicidad los insultos y agresiones de dicho personaje, pero en un momento del relato se dirige a Cirilo, y le dice: “Cuidate del agua”, advertencia que el hombre no tomará en cuenta en ese momento.
Al final del relato se develará magistralmente que es el agua la causante de la muerte de Cirilo, muerte que tiempo atrás fue anunciada como una crónica fatal.
Desde hace muchos años es común en Paraguay que las familias pudientes de la ciudad se traigan a alguna niña del interior para criarla y, al mismo tiempo, explotarla en las tareas domésticas.
El cuento Cayetana sirve de pretexto a Josefina para poner de relieve la triste y penosa situación de estas niñas desamparadas y desgajadas de sus familias, su calvario de explotación laboral y, en muchos casos, de abuso sexual.
A los trece años Cayetana queda embarazada de un sobrino de la familia en la que sirve, un médico venido de Buenos Aires. Después, la muchacha morirá sin saberse muy bien de qué, pero dejará una niña que, al crecer, correrá la misma suerte que su madre a manos del hijo del propio doctor.
Clitenestra es el personaje principal del cuento Sesenta listas. Ella es una joven de catorce años que se enamora de un hombre llamado Don Celso que simula quererla con la intención de acostarse con ella.
Después de lograrlo, el hombre la abandona y se marcha para siempre.
Este cuento denuncia también la credulidad de las mujeres inocentes a manos de hombres más mayores y sin escrúpulos.
Y sin perder de vista su objetivo principal, Josefina sigue escribiendo cuentos en los que las protagonistas son féminas abocadas a una vida de sufrimiento y trágico final.
En el cuento El canasto una mujer que viaja en un colectivo y sostiene a su hijo pequeño en las rodillas para amamantarlo será la víctima fatal de un accidente por culpa de un chofer del colectivo que pierde el control del vehículo debido a su imprudencia y desmedida velocidad.
En La pierna de Severina se cuenta la historia de una joven que es coja (renga, en castellano paraguayo) que desea formar parte de un grupo religioso llamado “Hijas de María” para prestar servicios religiosos en la iglesia local, pero el intransigente e intolerante sacerdote no la admite por causa de su defecto físico, de manera que un día se decide a viajar a Asunción para pedir ayuda al Embajador de Argentina, el cual conoce a una señora en su país que ayuda con carácter altruista a personas discapacitadas.
Durante el viaje Severina es violada por varios hombres, lo que hace que la muchacha, profundamente dolida y quebrada por tan funesto acontecimiento, desista de su empeño de convertirse en una “Hija de María” y decida criar finalmente a su hijo. Pero dejemos que lo cuente Josefina a su modo:
“A ella le gustaba dormir cuando llovía: el ruido le ayudaba al sueño. No supo Severina cuándo cesó la lluvia; solo se dio cuenta cuando un grupo de hombres invadió el recinto, se esparramó por los rincones. Aturdidamente despierta los sintió, más que los vio, con terror, acercarse en la sombra. Uno se inclinó sobre ella, la palpó con manos obscenas y duras.
-Ndé lo mitá. Eyú coápe. Miren pue lo que hay acá.
-Peteí cuñá. Oh. Añamemby. Regalo del cielo.
Un coro de piipus estremecedores subió en el aire de la alta noche. El que se había acercado primero hizo el descubrimiento.
-Es renga ñipo raé.
Le corearon risas que a Severina le sonaron como risas de Satanás. Manoteando en espontánea defensa, Severina pudo notar que uno de esos hombres era manco: un duro muñón caliente le rozaba la sien. Sintió arcadas. Después ya no pudo más darse cuenta exacta de nada. Todo tan brutal, y tan subitáneo. Aquel rebullir espeso de machos hediendo a sudor agrio y mugre antigua”.
En verdad, querido lector, todos estos personajes femeninos que brillan con triste esplendor en los cuentos de Josefina Plá tienen en común ese destino trágico y aciago determinado por los varones a los que la escritora no suele juzgar.
Sin embargo, cuando Josefiná Plá hablaba de sus cuentos decía lo siguiente: “Me inclino más, en estos cuentos, a lo dramático. Mis héroes y heroínas, pobres, por el solo hecho de entrar en un cuento, firman su sentencia de muerte en un porcentaje impresionante (…).” “(…) Pero debo decir en mi descargo al menos, que son asuntos tomados de lo circundante (y esto no es atribuirles mérito alguno, ya que en literatura no sirve lo que figura, sino lo que transfigura) y que esa realidad no es más compasiva que yo.”
La denuncia social en la obra de Josefina Plá
Y yo añado con modestia que, si como lectores nos salimos de los cuentos de Josefina Plá y miramos nuestra realidad circundante con algo de atención, nos daremos cuenta de que la situación de muchas mujeres que aún permanecen en situación de indefensión y vulnerabilidad ha cambiado muy poco o nada.
Algo tenemos que hacer. Todavía muchas mujeres en el Paraguay son víctimas de abusos de toda clase de vejaciones por parte de sus patrones con la complicidad del silencio aleve y traicionero de una sociedad que mira hacia otro lado con la más desleal e infame de las sonrisas: la mueca, esa mueca de indiferencia que hiere y hace más daño que el frío acero de una espada.
Salgamos un poco de los cuentos de Josefina y pensemos por un instante, por un solo instante, en las mujeres del interior, en las mujeres campesinas que poseen vidas rotas, en las mujeres jóvenes con vidas desestructuradas, en las niñas inocentes de familias humildes, de escasos recursos, y, en general, en todas estas mujeres, nuestras mujeres, que son presa fácil de los depredadores, repito, de esa sociedad invisible y oculta que se emboza ad nutum cuando quiere y como quiere en un manto nocturno que nadie, nadie, nadie, quiere ver.
Es evidente que Josefina Plá conocía muy bien la difícil situación de la mujer paraguaya de escasos recursos económicos y de precaria formación cultural, y quiso hacer de ella la protagonista de muchos cuentos suyos. Y lo logró, logró visibilizarla siempre que pudo dotándola de un trágico final que hiciera pensar a los lectores y removerles sus entresijos.
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Escribe José Antonio Alonso Navarro | Doctor en Filología Inglesa por la Universidad de La Coruña (España) | Crítico literario de La Tribuna