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sábado, 19 de abril de 2025
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La poesía como denuncia y cambio social

Siempre que comienzo un nuevo semestre académico en la carrera de Periodismo de mi
universidad, tengo a bien regalar en mi materia, que es Literatura, un par de libros con
el objeto de fomentar la lectura entre mis alumnos.

Tras haber hecho el sorteo correspondiente, uno de dichos ejemplares cayó en las manos de una de las alumnas más aventajadas y responsables de la clase. Se trataba de un libro de poemas del poeta español de la Generación del 27 Gerardo Diego.

La alumna no ahorró entusiasmo y gozo cuando recibió el libro de mis manos, pero después de hojearlo un par de minutos, mudando el color del rostro se dirigió a mí y me dijo: “Profesor, no me gusta la poesía porque no tiene como propósito denunciar las injusticias de la sociedad, sino revestirse con afeites y adornos de toda clase al estilo del modernismo hispánico”.

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Debo confesar que su comentario me llamó en exceso la atención y me tomó de sorpresa; sin embargo, algo repuesto de mi asombro, le hice saber que, aunque tomaba en cuenta su opinión con mucho respeto, discrepaba con ella, y para que no se enfadase conmigo, traté de colmar mi tesis con una argumentación lo más sólida posible.

Para comenzar le hablé de una corriente muy interesante en literatura conocida como
vanguardia social. La vanguardia social, le expliqué en términos generales, tenía como
propósito justamente en la poesía cambiar la sociedad impulsando reformas políticas y
sociales y transformar el mundo poniendo de relieve en su fuero interno un fuerte
compromiso político con las causas de los más vulnerables e indefensos socialmente,
que son los que por su condición económica han estado oprimidos siempre por las
clases dominantes.

Asimismo, le hablé de la poesía social española de los años cuyo fin fue denunciar
especialmente en el momento de su aparición los vejámenes y las injusticias sufridos
por los sectores más marginados socialmente y convertirse en la voz de los que sufren,
en la voz de todos: de los obreros, de las mujeres, de los jóvenes que desearon alguna
vez tener un mundo mejor, más libre y solidario, etc.

En España, agregué, la poesía social tuvo su mayor apogeo en los años 1950 y 1960 en un contexto regido por la dictadura del general Franco y caracterizado por la reivindicación de la libertad.

Un precedente importantísimo fue la revista Espadaña (1944-1951) en la que publicaron
nombres como César Vallejo, Pablo Neruda o Blas de Otero. Estos mismos poetas y
otros como Gabriel Celaya, José Hierro, Gloria Fuertes o Jaime Gil de Biedma manifestaron por medio de la poesía su apoyo a la libertad, la tolerancia, la justicia social, la solidaridad humana y su rechazo a cualquier totalitarismo, opresión, desigualdad, explotación, discriminación o injusticia de tipo político.

Después pregunté a mi alumna si había leído alguna vez un poema de Celaya en el que plantea llana y abiertamente la poesía como el pan de cada día, y me permití recitar algunos versos del mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Alguien preguntó en ese momento si el poeta norteamericano Walt Whitman (1819-1892) podría encuadrarse en la vanguardia social y respondí que por qué no. El autor de
Hojas de hierba (1855) no tuvo pelos en la lengua a la hora de pronunciarse abiertamente en contra de la esclavitud y al hablar de temas tabú como la homosexualidad y la prostitución.

Whitman, además, me hizo acordarme del poeta francés dadaísta y surrealista Paul Éluard (1895-1952) porque en algunas de sus obras poéticas este había plasmado su profundo compromiso político con el Partido Comunista durante la ocupación alemana en Francia oponiéndose al fascismo, a las injusticias sociales y a todo poder opresivo y disgregador, y cerrando los ojos recité unos versos suyos del poema Libertad:

En mis cuadernos de colegial
Sobre el pupitre y los árboles
Sobre la arena sobre la nieve
Escribo tu nombre.

Y viendo a mi alumna boquiabierta y sin darla tiempo a reaccionar, procedí a traer a
colación el nombre de Salvatore Quasimodo (1901-1968), poeta al que también suele
encuadrársele en la vanguardia social dado que muchos de sus poemas políticos
expresan su oposición al fascismo.

Recuerdo haber mencionado en clase su libro El poeta y el político donde el poeta italiano aborda temas a favor de la libertad y contra la esclavitud, y recordé un poema muy sentido suyo titulado Ciudad Muerta:

Inútilmente, ¡oh manos!
removéis bajo el polvo:
la ciudad está muerta.
Sobre el Naviglio
todos oyeron el zumbar siniestro.

Y como no quise dejar de mencionar la figura del poeta Rafael Alberti (1902-1999), a
continuación, me centré en este diciendo que tuvo que exiliarse primero en algunos
países europeos y posteriormente en América como consecuencia de la Guerra Civil
Española (1936-1939).
Alberti, que fue miembro también de la Generación del 27 como
Gerardo Diego y otros tantos, fue un poeta, expliqué, que reflejó un alto grado de compromiso social y político en su poesía como militante activo del Partido Comunista
de España (PCE).

En ese momento de mi exposición mi alumna me preguntó por algunos poemas
políticos suyos relevantes y yo, haciendo memoria, borboté algunos de corte político
como Consignas (1933), Un fantasma recorre Europa (1933), 13 bandas y 48
estrellas (1936), entre otros.

Y algo que le llamó mucho la atención es que el poeta gaditano influyó en los poetas paraguayos como Hérib Campos Cervera (1905-1953) y Elvio Romero (1926-2004), poetas, según tengo entendido, con los que Alberti convivió en Buenos Aires cuando los tres se hallaban exiliados allí. Y sin querer me brotaron de la boca estos versos de Alberti del poema A galopar:

Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.
¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

Y de Alberti pasé a César Vallejo (1892-1938) para que mi alumna tuviera un panorama
lo más general e internacional posible de la vanguardia social, y traté de recordar una
obra de Vallejo en la que reúne verdaderamente poemas de carácter social e ideológico,
una obra como Poemas humanos, que fue publicada en París en 1939. Curiosamente
hubo alguien en la clase que dejó escapar esto maravillosos versos de Vallejo del poema
España, aparta de mí este cáliz (1939)

Niños,
hijos de los guerreros, entre tanto,
bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que está
con su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera hablando y habla y habla,
la calavera, aquélla de la trenza;
la calavera, aquélla de la vida!

Hecho un breve silencio, como si hubiera pasado el ángel exterminador de Luis
Buñuel, alguien gritó en alto el nombre del poeta pastor Miguel Hernández (1910-
1942), y a mí me recorrió de repente un frío escalofrío en el espinazo. Me quedé
absorto por un instante y después, recuperada la noción de mi realidad y de donde
estaba, miré a mi alumna y le dije que Miguel Hernández fue un poeta defensor de
la República que, a diferencia de muchos otros intelectuales republicanos, no pudo escapar de España tras la rendición republicana y fue arrestado varias veces después de
la guerra por sus simpatías antifascistas.

Miguel Hernández no ocultó nunca su compromiso político de izquierdas en favor de la
libertad. Sus Poemas de trinchera sirvieron para arengar a las tropas del bando
republicano contra el fascismo. Sirvan estos versos suyos, dije:

Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.

Pablo Neruda (1904-1973), le hice saber a mi alumna, tampoco se quedó atrás a la hora
de comprometerse social y políticamente a través de sus poemas, pues él fue durante
mucho tiempo miembro del Comité Central del Partido Comunista (PC) al igual que
César Vallejo y Rafael Alberti. Algunos versos de su poema Los enemigos dicen así:

(…)
Por esos muertos, nuestros muertos,
pido castigo.
Para los que de sangre salpicaron la patria,
pido castigo.
Para el verdugo que mandó esta muerte,
pido castigo.

Y cuando acabé de recitar estos versos, me pareció una buena idea recomendar a mi
alumna que hiciese un trabajo de los dos grandes poetas paraguayos encuadrados
también en la vanguardia social Hérib Campos Cervera (1905-1953) y Elvio Romero
(1926-2004). Ambos, añadí, debido a sus discrepancias políticas con los gobiernos que
les tocó vivir en su país se enfrentaron al duro yugo del exilio, tema del que los dos
dejaron, por cierto, constancia en su poesía.

No hay paraguayo que no conozca el poema de Hérib Campos Cervera Un puñado de tierra y pueda recitar de memoria algunos versos suyos como:

Quise de Ti tu noche de azahares;
quise tu meridiano caliente y forestal;
quise los alimentos minerales que pueblan

los duros litorales de tu cuerpo enterrado,
y quise la madera de tu pecho.
Eso quise de Ti
-Patria de mi alegría y de mi duelo;
eso quise de Ti.

Y sin más palabra, sin decir nada, mi alumna miró el libro de poesía que le había
regalado y lo abrazó tan fuertemente como un tronco de árbol abraza a la tierra.

Escribe: José Antonio Alonso Navarro Doctor en Filología Inglesa por la Universidad de La Coruña (España) Crítico literario de La Tribuna

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