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viernes, 22 de noviembre de 2024
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Pésimo manejo de la información por parte del MEC generó más confusión sobre el Plan de Transformación Educativa

Un hecho innegable de toda la confusión generada respecto al Plan Nacional de Transformación Educativa (PNTE) promovida por el Ministerio de Educación y Ciencia es que tuvo una pésima estrategia de comunicación.

El plan se inició en el gobierno de Horacio Cartes en el 2017, luego se avanzó con la actual administración, que tuvo varios cambios de ministros de Educación.

Según el MEC se trata de un proyecto que apunta a “renovar” las políticas educativas y el modelo de gestión del sistema educativo en Paraguay mediante “oportunidades de diálogo participativo y democrático con todos los sectores de la sociedad”.

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En septiembre del 2019 ya se informaba que mediante el Decreto Nº 1083/2019, quedaba integrado el Comité Estratégico del Proyecto “Diseño de la Estrategia de Transformación Educativa del Paraguay 2030”, que sería financiado con recursos del Fondo para la Excelencia para la Educación y la Investigación (FEEI).

Este el primer aspecto que se le cuestiona al Plan, dado que según establece la Ley General de Educación (1264/98) en su Artículo 92, “El Consejo Nacional de Educación y Cultura es el órgano responsable de proponer las políticas culturales, la reforma del sistema educativo nacional y acompañar su implementación en la diversidad de sus elementos y aspectos concernientes”.

Sin embargo, la elaboración del Plan Estratégico de Transformación Educativa se realizó por medio de un comité especial, cuyos miembros fueron designados por decreto. Por la sencilla prelación de las leyes, un decreto no puede estar por encima de una ley, dicen los detractores del proyecto. Argumentan que el Plan está mal de origen y que hay que desechar y hacer todo de nuevo.

La Iglesia Católica que es la más fuerte cuestionadora del Plan de Reforma Educativa, acompañó el proceso sin ninguna objeción. En julio de Este año, el ministro de Educación, Nicolás Zárate, publicaba en Twitter que se había reunido con el presbítero Narciso Velázquez, miembro del Comité Estratégico de Transformación Educativa. Si todo estaba mal desde el origen, cómo es que la Iglesia Católica no se opuso desde el principio y permitió que siga avanzando el plan.

Recién en setiembre pasado, Velázquez expresó su disconformidad con la socialización del plan Estratégico y anunció su salida y desde ese entonces, la Iglesia Católica mantuvo una oposición radical al Plan, oposición que fue creciendo hasta llegar a una gran movilización, realizada en octubre pasado para exigir a los parlmentarios el rechazo del proyecto.

Los cuestionamientos fueron subiendo de tono, con campañas de desinformación desde diferentes sectores, acicateado por la enardecida campaña electoral para las elecciones generales del 2023.

Necesidad de transformación

Es innegable que la Educación en Paraguay necesita transformarse, pero de forma absolutamente irresponsable se desperdiciaron cinco años, sin que se haya realizado una buena campaña de comunicación, para comprometer a la sociedad en el proyecto.

Nadie se adhiere a algo que no conoce. En ese sentido, los ministerios de Educación y Ciencia y de Tecnologías de la Información y Comunicación hubieran aprovechado los recursos disponibles, en la era de la comunicación para informar convenientemente a la ciudadanía sobre el plan, los objetivos y las acciones que se desarrollarán. 

Las campañas de desinformación y la falta de una reacción decidida y seria de parte de las autoridades, permitieron que se llegue a la absurda decisión de Cámara de Diputados que busca derogar un convenio suscrito en 2020 con la Unión Europea (UE) de apoyo a la educación en el país.

Llegado a este punto, lo único claro es que hubo un mal manejo de la información respecto al plan, desde los principales responsables de llevar adelante el proceso.

Probablemente sea un buen momento de reiniciar un nuevo gran debate con todos los sectores para lograr un consenso, aunque en el convulsionado momento político que vive el país, probablemente no sea el más recomendado para un diálogo equilibrado y razonable.