Los Estados Unidos es un aliado del Paraguay. Los últimos mensajes re confirman su compromiso de ayuda a la Nación guaraní en la lucha contra la corrupción. Dentro de esa línea llama la atención que un candidato a fiscal general de Estado se haya molestado porque el teléfono incautado del brasileño de origen libanés Kassem Mohamed Hijazi haya sido compartido con investigadores norteamericanos, teniendo en cuenta que es un elemento de análisis para ver algún vínculo con el asesinato de Marcelo Pecci.
De acuerdo a informaciones públicas, Carlos Arregui, ex ministro de la Secretaria de Prevención de Lavado de Dinero o Bienes (SEPRELAD), dijo que fue una vergüenza lo que hizo la Fiscalía en entregar los elementos de prueba como el teléfono a los EEUU en el caso de la investigación del asesinato de Marcelo Pecci. Su argumento fue que se debe defender la soberanía nacional. Creemos que la idea fue recurrir a la mayor capacidad de tecnología y experiencia de los norteamericanos, que son hábiles en la tarea investigativa. Eso no representa vender a la República.
Es más, mediante la extradición de Kassem Mohamed Hijazi comenzaron a estirarse con mayor precisión los hilos que bien pueden ayudar a saber mejor sobre el crimen del fiscal paraguayo. El sincero intereses de los Estados Unidos en el mencionado caso, incluso, está demostrado en la recompensa de cinco millones de dólares para quién o quiénes aporten datos sobre los autores de la muerte de Pecci. El manejo desprolijo sobre esa millonaria retribución en Paraguay, que se haya tapado la información o no haya recibido la debida atención tan importante oferta norteamericana, es culpa única y exclusiva de la conducción nacional.
A ese raro descuido, o poco interés, a la oferta millonaria de los Estados Unidos, se sumó luego que no hubo una campaña masiva de comunicación para instalar el tema de la recompensa, y encima ahora se agregan las declaraciones atribuidas a una persona sindicada como uno de los candidatos del Gobierno para ser fiscal general de Estado. Así como los mensajes del gobierno de Estados Unidos son claros para acompañar una guerra contra la corrupción, los signos que se emiten desde el poder paraguayo parecen contradictorios.
Guste o no, EEUU es un socio estratégico si en verdad se quiere luchar contra la corrupción. Las contradicciones o simples retóricas son observadas por el gran país del Norte, y anotadas en la agenda de Estado. Esas cadenas de hechos confusos, por decir lo menos, al final, parecen artificios, ardides o amaños.
Ojala que el ministro anticorrupción, Federico Hetter, quien en la primera quincena de diciembre se reunirá en Washington con el coordinador de Anticorrupción Global del Departamento de Estado de la Casa Blanca, Richard Nephew, sepa clarificar las cosas, por la imagen de Paraguay en su lucha contra la corrupción, y explique la intencionalidad de Arregui. Es que hablará, según se conoce, con el mismo enviado de Biden, quien viajó hasta la capital paraguaya, exclusivamente, para instalar el valor de la rendición de cuentas y la urgencia que desde el poder se enfrente a la corrupción. Y ellos, hablan en serio.