El pasado 27 de junio, la prestigiosa cadena CNN logró realizar el primer debate entre los candidatos presidenciales en los Estados Unidos de América. Los invitados: el actual presidente Joe Biden y el exmandatario Donald Trump. Ambos respetaron el libreto establecido y las estrictas normativas acordadas para el desarrollo del evento. No había expectativas claras sobre hacia dónde se dirigirían los candidatos, pues el formato no ayudaba a profundizar en los complejos caminos de la política real. Simplemente, servía como un escenario para esgrimir propuestas y planteamientos sobre lo que harán en el futuro.
Desde mi punto de vista, fue un ring sin el gran show que todos esperábamos. La crueldad de la política, la realidad de la vida y las falencias del sistema merecen un abordaje más profundo y amplio, sin tibieza. ¿A quién le importan las frases construidas protocolarmente si la miseria se ve reflejada en mil aspectos? La crisis económica, la crisis de identidad por la falta de nuevas oportunidades que sufre el pueblo americano, son realidades palpables. Los debates son constantes y las protestas de las minorías se han convertido en un acto político sin resolver por el sistema democrático. Entrar a citar estas demandas sería repetir los hechos que vemos a diario en las noticias.
Centrémonos en el debate del pasado 27, donde encontrar un claro ganador no creo que sea posible. Si bien desde el punto de vista estrictamente electoral, Trump resultó beneficiado. Recuerdo que en un par de momentos del debate, me rasqué la cabeza. Mi preocupación iba subiendo. El presidente Biden me dejó serias dudas y lagunas sobre su actual capacidad de seguir gobernando. Por lo tanto, sería más difícil que pueda hacerlo en el futuro.
Sinceramente, no deseo ejercer el rol de juez, ni mucho menos tratar de favorecer la candidatura de Trump. Deseo ser lo más responsable y objetivo posible, sosteniendo que el futuro político de los Estados Unidos está en riesgo. Así me atrevo a calificar la situación. La nación más poderosa del planeta no puede correr ese riesgo. El sistema político mundial sufrirá consecuencias inmediatas y devastadoras ante una situación así. Un presidente americano que no tome decisiones propias estará en manos de gente sin rostro, lo cual generará un efecto negativo en el sistema financiero mundial y traerá consecuencias terribles para la nación del norte. Estados Unidos es más que una nación democrática, representa el sistema político más globalizado y el modelo económico de mercados libres. Y este debate desnudó esta debilidad altamente peligrosa.
Estoy seguro de que en las grandes corporaciones y compañías, los directivos estarán debatiendo sobre lo acontecido. Y muchos de ellos estarán pensando en cómo sacar beneficios, y otros en qué hacer para que esto no suceda. Difícil panorama. Pero así funciona. Y realmente no ganó nadie. Pero sirvió para que saltara la alarma de que Biden no podría seguir gobernando los Estados Unidos. Finalmente, les dejo como reflexión ilustrativa la tapa de la revista más importante y leída por los americanos. Ciudadanos, analistas, políticos y hasta los antisistema. La tapa lo dice todo: ¡Pánico! Y ustedes sabrán cómo entenderlo.