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viernes, 22 de noviembre de 2024
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El avance de las adicciones y la delincuencia

Las declaraciones del ministro del Interior, Enrique Riera, deben encender todas las alarmas en nuestra sociedad. Según Riera, en Asunción y Central hay 90.000 jóvenes menores de 25 años atrapados en el espiral de las drogas, y lo que es más preocupante, estos jóvenes son responsables del 80% de los delitos en estas áreas. Este es un grito desesperado que no podemos ignorar.

La magnitud del problema no solo afecta a Asunción y Central; las redes del tráfico y microtráfico de drogas se han infiltrado en cada rincón de nuestro país. Es evidente que estamos ante una crisis nacional de adicciones que impacta a todos los estratos sociales, y no podemos seguir mirando hacia otro lado.

La adicción a las drogas es un problema multifacético que demanda una respuesta integral. No es suficiente con aumentar el presupuesto en seguridad, aunque la adquisición de nuevos vehículos y equipos para la Policía Nacional, anunciada por el ministro Riera, es un paso importante para combatir el crimen detrás del tráfico de estupefaciente. Necesitamos un enfoque que también abarque la prevención y la rehabilitación, como ha señalado el propio ministro al mencionar los esfuerzos del Ministerio de Educación y Ciencias y el Ministerio de Salud Pública.

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Debemos preguntarnos, ¿cómo llegamos a esta situación? ¿Qué hemos dejado de ofrecer a nuestros jóvenes que los ha llevado a buscar refugio en las drogas? Es esencial un análisis profundo de las causas que nos han llevado hasta aquí, desde la desintegración familiar y la falta de oportunidades hasta la ausencia de programas efectivos de prevención y tratamiento.

La lucha contra las adicciones no es una batalla que se gane con represión. Necesitamos políticas públicas que brinden verdaderas oportunidades de recuperación para los jóvenes afectados. Las adicciones no deben ser un estigma que condene a nuestros jóvenes a una vida de crimen y marginalidad. Por el contrario, debemos proporcionarles caminos para reintegrarse a la sociedad de manera constructiva.

Este problema también tiene un impacto devastador en miles de padres que sufren al ver a sus hijos atrapados en este ciclo destructivo. Como sociedad, tenemos la responsabilidad de ofrecer respuestas y soluciones a estas familias. No podemos permitir que el problema siga creciendo mientras miramos impotentes desde las graderías.

El aumento del consumo de drogas y, con él, el crecimiento del microtráfico y el gran tráfico, fortalece a las organizaciones delictivas y perpetúa un círculo vicioso que afecta a toda la comunidad. Es un problema que exige la colaboración de todos los sectores: gobierno, sociedad civil, familias y comunidades.