En la historia reciente de nuestra democracia, hemos sido testigos de maniobras políticas que desafían la coherencia y el respeto a las instituciones. Entre los años 1999 y 2003, el entonces senador electo Alejandro Velázquez Ugarte no logró asumir su banca debido a una jugada política orquestada por una mayoría parlamentaria oficialista de ese entonces. Casos similares ocurrieron en en períodos recientes cuando Nicanor Duarte Frutos y Horacio Cartes, a pesar de contar con resoluciones del Tribunal Superior de Justicia Electoral, no pudieron acceder a sus bancas por otra jugada política de una mayoría circunstancial.

Lo paradójico de esta situación es que la misma oposición, que en aquellos momentos gozaba de mayoría en el Congreso y contaba con el apoyo de ciertos sectores de la prensa, alentó tales violaciones constitucionales. Hoy, estos mismos sectores se erigen como defensores fervorosos de la necesidad de que la ex senadora Kattya González vuelva a ocupar su banca en el Senado. La incoherencia es evidente y preocupante, más aún cuando se percibe una maniobra mediática que busca influir en la resolución de la Corte Suprema de Justicia.

Hasta el momento, lo único concreto es un dictamen fiscal sobre la destitución de Kattya González. Cabe recordar que este dictamen no es vinculante y será finalmente la Corte Suprema de Justicia la que decidirá sobre la legalidad de dicha destitución. Sin embargo, la presión mediática y las declaraciones de los actores políticos están buscando una vez más influenciar y direccionar la postura de los miembros de la Corte Suprema

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En 34 años de democracia, la oposición paraguaya no ha logrado comprender la importancia de la coherencia política. Esta carencia, reiterada en el tiempo, está llevando a su autodestrucción. La sociedad paraguaya exige de sus líderes opositores una mayor coherencia, ya que no pueden incurrir en los mismos vicios que critican en los oficialistas y al mismo tiempo pretender ser una opción de cambio. Esta falta de coherencia, de opinar a favor o en contra de un hecho según beneficie o perjudique a sus intereses, es lo que lleva a la oposición a un progresivo debilitamiento.

El caso de Kattya González es ilustrativo. Inicialmente se erigió como un emblema de la lucha contra el sistema, pero terminó cometiendo los mismos vicios que criticaba, como el tráfico de influencias. Esto no solo socava su credibilidad, sino también la de toda la oposición que ella representaba. Los líderes opositores deben ser más disciplinados y coherentes, porque eso es lo que la ciudadanía demanda de ellos.

Como sociedad, incluyendo a la prensa, debemos aprender a respetar las instituciones y sus disposiciones. Solo así podremos construir una sociedad donde se respete el Estado de Derecho. No podemos permitir que la conveniencia política determine nuestras acciones y opiniones. La coherencia y el respeto a las instituciones son pilares fundamentales para el fortalecimiento de nuestra democracia.

De una buena vez, nuestros líderes políticos, tanto oficialistas como opositores, y los medios de comunicación deben comprometerse a actuar con responsabilidad y coherencia. Solo de esta manera podremos avanzar hacia una sociedad más justa y democrática, donde el respeto a la Constitución y a las instituciones sea un principio inviolable. La ciudadanía paraguaya merece líderes que prediquen con el ejemplo y medios de comunicación que promuevan la verdad y la justicia, no intereses partidarios o personales, circunstanciales.