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viernes, 22 de noviembre de 2024
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Del Líbano a la plaza de Armas, la historia de un cedro libanés

ENCARNACIÓN. La Plaza de Armas de Encarnación encierra hechos y cosas íntimamente emparentadas con el devenir de la historia de la ciudad y del país. Como un frondoso tajy, reliquia viviente de más de 300 años, bajo cuyas entonces tupidas copas se congregó la tropa para dirigirse a Asunción, durante la gesta emancipadora de mayo de 1811. Un nuevo poblador se sumó al lugar: un ejemplar de cedro del Líbano, traído de aquel país para ornamentar un monumento erigido en honor a los primeros inmigrantes libaneses llegados alrededor de 1880. El memorial será inaugurado este sábado.

El arbolito tiene unos siete años, está ubicado adyacente al monumento a la colectividad libanesa que será inaugurado el sábado 11, con presencia de autoridades locales y representantes de la colectividad de todo el país.

Una curiosa y atractiva anécdota rodea a ese cedro libanés, según relata el profesor César Duba, nieto de uno de los primeros libaneses llegados a Encarnación. Duba es actualmente el más antiguo de los integrantes de la comunidad sirio-libanesa residente en Encarnación. Para nuestra cultura el respeto a los de mayor edad es muy importante, de ahí que, por ser el más viejo de la colectividad, soy una especie de portavoz, explica.

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Este arbolito fue traído directamente del Líbano, hace unos cinco años, como parte de un homenaje que hace la colectividad a aquellos primeros inmigrantes que llegaron a estas tierras, y con su esfuerzo, su trabajo, su ejemplo de vida, aportaron a la historia y el desarrollo de la ciudad, refiere.

Para los libaneses el cedro tiene una gran significación, es el árbol nacional del Líbano. Representa la esencia del pueblo libanés, por eso quisimos que un árbol nacido en aquellas tierras sea parte de este monumento a aquellos hombres y mujeres que abandonaron su país buscando un porvenir mejor, huyendo de la guerra y la violencia, y hoy sus restos descansan en esta tierra que los acogió con generosidad, sostiene.

Fue así que, enterado de que un amigo mío que había ido al Líbano estaba por regresar, entonces le pedí que traiga un arbolito de cedro. Esta plantita bebé fue traída en el regazo de este amigo, en el avión, desde el Líbano hasta aquí, comentó.

Según nos confiesa Duda, el arbolito fue traído a pedido suyo por un amigo libanés residente aquí, quien había ido de visita a su país natal. “Me comentó que estaba regresando, entonces le pedí que traiga una planta de cedro, que es el árbol nacional de Líbano. Trajo en su regazo, en el avión, lo plantamos en el sitio donde teníamos previsto construir el monumento», acotó.

«Queríamos que un ser vivo nacido en tierra libanesa, como aquellos inmigrantes, sea parte de este monumento. Creemos que el mejor regalo que le podemos hacer a nuestros ancestros es que un árbol representativo de nuestro país, que nació en el suelo donde nacieron nuestros padres y abuelos, sea parte de este testimonio de reconocimiento y gratitud que les brindamos sus descendientes, y la ciudad misma, por su aporte al desarrollo de la comunidad», sostuvo.

El cedro del Líbano (cedrus libani) es de la familia de las coníferas. Las hojas son perennes, de color verde, y el árbol puede alcanzar los 40 metros. Su tronco es grueso y recto. A diferencia de otras coníferas, cuando el ejemplar llega a su madurez las copas se presentan en estratos horizontales, no ya en la forma cónica de cuando es un árbol joven. Es muy usado como planta ornamental.
Para los libaneses el cedro tiene un profundo contenido espiritual. Es signo de poder, inmortalidad y dignidad. En el Antiguo Testamento es citado como símbolo de los poderosos imperios orientales. Su madera era utilizada para construir mástiles de barco, figuras para templos y palacios.

Monumento

El próximo sábado 11 de mayo la comunidad libanesa en esta ciudad inaugurará un memorial dedicado a los primeros inmigrantes llegados a Encarnación, a partir del año 1880. El monumento está conformado por un arco característico de la arquitectura árabe, ubicado en el costado norte de la Plaza de Armas.

La obra fue ejecutada con aportes de la Sociedad Libano-Siria de Socorros Mutuos, integrada por descendientes de aquellos pioneros que llegaron a esta parte del país buscando mejores condiciones de vida. Los pioneros libaneses, y sirios que se fueron sumando, aportaron significativamente al “perfil” de ciudad comercial que caracteriza a Encarnación desde hace más de un siglo.

Los primeros en llegar fueron libaneses, en su mayoría jóvenes a quienes sus padres literalmente echaban de sus casas y los mandaban a América, para escapar de la matanza que se producía en ese momento en aquella región, marcado por un cruento conflicto bélico, comenta César Duba, nieto de uno de los primeros libaneses llegados a Encarnación, Abraham Yunis.

Inicialmente se instalaron en lo que se conocía como “Villa Alta”, que era una zona rural de la ciudad. Pero los recién llegados eran comerciantes, no agricultores, como los ucranianos que comenzaban también a llegar por esa época y se instalaban en esa zona de la ciudad.

Los libaneses, en cambio, comenzaron a instalarse alrededor del puerto que conectaba Encarnación con la vecina Posadas (Argentina). Se fue configurando una zona comercial, con el aporte novedoso de los libanes, que introdujeron el rubro de venta de telas. En esta época surgieron tiendas que se volvieron tradicionales en la antigua y ahora desaparecida “Zona Baja”, como Tienda Squef”, “Sedería La Negra”, entre muchas otras que eran punto de referencia entonces, recuerda este nieto de inmigrantes y docente jubilado.

De aquella antigua zona de la ciudad ya prácticamente no quedan testimonios, salvo algunos elementos, fotografías, utensilios rescatados en el museo de la organización “Memoria Viva”. El resto está bajo las aguas del embalse de la represa hidroeléctrica de Yacyreta, o toneladas de tierra acumulada y apisonada para “recuperar” unas 30 manzanas de aquel sector, y hoy conforma ese gran espacio verde bordeado por la avenida costanera y el río Paraná.

Con este monumento se pretende dejar un testimonio de reconocimiento de la comunidad al aporte de estos a colectividad a la rica historia social de la ciudad. Por citar, mi abuelo fue socio fundador del Centro Social de Encarnación. Vivió en lo que hoy se conoce como la “Zona Alta”, donde tenía un negocio, y una de las viviendas más imponentes de entonces, que aún se conserva, donde fue alojada una de las hijas del Zar de Rusia, cuando vino a Sudamérica para conocer las cataratas del Yguazú, comenta este nieto de inmigrantes. La vivienda existe todavía, sobre la calle Juan León Mallorquín, entre Monseñor Wiessen y Kurupayty.

Abraham se casó con una compatriota, para el efecto volvió a su país y luego la trajo a vivir con él en la ciudad que adoptó como suya. Un sirio recién llegado, quien sería el padre de César Duda, se casó con una de las hijas del pionero, y configura uno de los testimonios de la amalgama de sirios y libaneses y cuyos descendientes hoy son connotados vecinos de la comunidad.