Nuestro país encuentra fraccionada a la oposición en la actualidad. Las múltiples luchas y peleas internas del Partido Liberal se suman a su ya diezmada situación. La falta de liderazgo empeora el panorama. La reciente expulsión de cuatro senadores en el marco de la convención extraordinaria reciente celebrada en el seno del Partido Liberal Auténtico exacerba aún más la fractura que ya existía dentro de la oposición. Esta decisión no solo evidencia las tensiones internas dentro del partido, sino que también refleja la profunda crisis que enfrenta el sector no oficialista en su conjunto, y en consecuencia la gobernabilidad se complica.

No solo el Partido Liberal, sino que la oposición en general se encuentra gravemente diezmada por la fuga masiva de representantes. Cruzada Nacional no es la excepción, ya que varios de sus congresistas han cambiado de carpa. El Encuentro Nacional ha sufrido significativos movimientos, representado principalmente por el cambio de presidencia. La otrora tercera fuerza, el Frente Guazú se encuentra prácticamente desaparecida, luego del alejamiento de la arena política de su principal líder Fernando Lugo, debido a problemas de salud.

Los múltiples y cuasi cotidianos dramas que enfrenta la oposición los lleva a enfocar sus fuerzas en depurar sus filas y atacar a los correligionarios que consideran enemigos, dejando de lado la fundamental misión de los partidos políticos, cual es la creación de políticas con base en los principios expuestos en las cartas fundacionales de estas agrupaciones. En estas condiciones, es imposible cumplir la labor de ejercer el rol de contrapeso en la política, que puede asegurar un mejor control para la ciudadanía y mayor legitimidad al ejecutivo en función de gobierno.

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En un nuevo capítulo de la interminable novela, la expulsión de estos senadores del Partido Liberal representa un golpe aún más duro, ya que esta medida debilita aún más las filas de la oposición, confirma la pérdida definitiva de cuatro votos en el Senado a la bancada, confirma la ruptura de las líneas del Partido Liberal, y por supuesto, asegura cuanto menos algunos meses más de exclusiva atención de los senadores a estas cuestiones propias de su partido, mas ajenas a las necesidades del país.

Claramente la crisis de representatividad que enfrenta la oposición paraguaya se ve agravada. Los ciudadanos, ya desencantados con la clase política, ven en estos episodios un reflejo de la falta de liderazgo y coherencia dentro de las filas opositoras. Estos debían erigirse como una opción sana que enfrente al partido que detenta el poder, sin embargo todos los días son protagonistas de eventos que los alejan de constituirse en una alternativa seria.

Se puede entender que luego de esta Convención, y ante las acciones judiciales en trámite, reconciliar las facciones internas y restablecer la confianza tanto dentro de sus propias filas como entre el electorado, es una tarea imposible para el Partido Liberal. La falta de unidad y cohesión dentro de la oposición solo sirve para fortalecer al partido en el poder y perpetuar la polarización política en el país.

A esta altura ya no podemos requerir que los opositores busquen el diálogo y la colaboración para superar las divisiones internas y trabajar hacia un objetivo común. Simplemente nos resta requerir que ocupen su tiempo para aquel fin para el cual fueron electos, proponer y ejecutar políticas que beneficien al Paraguay.

Es tiempo de que la oposición asuma una postura seria. Es urgente una reforma política integral que promueva la funcionalidad de los partidos de oposición, la cual debe ir más allá de los problemas internos que hasta ahora han sido volcados sobre los hombros de la sociedad, endosando de este modo más problemas a los muchos con los que ya debemos cargar.