En los últimos años, el crecimiento desmedido de grupos delictivos en Paraguay ha alcanzado proporciones alarmantes, evidenciando una amenaza inminente para la seguridad interna y la soberanía del país. La reciente muerte de un sicario con vínculos al temido criminal Felipe Santiago Acosta, alias «Macho», en un enfrentamiento entre bandas rivales de narcotraficantes, pone de manifiesto la peligrosa consolidación de estos grupos criminales en territorio nacional.

Felipe Santiago Acosta, paraguayo de 40 años, ha logrado construir un imperio delictivo en la zona de Canindeyú, ejerciendo un control absoluto sobre la región. Su historial delictivo, marcado por la financiación de plantaciones de marihuana y la facilitación de operaciones de tráfico de cocaína, lo convierte en uno de los criminales más buscados por el Departamento de Control de Crimen Organizado (DCCO). Además, su capacidad para someter y humillar a las fuerzas de seguridad locales evidencia la gravedad de la situación.

No es el único caso preocupante en el panorama del crimen organizado en Paraguay. Recientemente, el gobierno tuvo que recurrir a fuerzas militares para desmantelar la estructura controlada por el Clan Rotella en la cárcel de Tacumbú. Asimismo, el robo espectacular a la bóveda de los cambistas en Ciudad del Este, con una planificación meticulosa, destaca la audacia y sofisticación de estos grupos criminales.

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La complicidad de las autoridades responsables de la seguridad en el crecimiento de estos cárteles es innegable. La pregunta que resuena es: ¿cómo se permitió que estos grupos se volvieran incontrolables y alcanzaran un poder de armamento comparable a ejércitos mejor equipados? La respuesta a esta pregunta es crucial para entender la magnitud del problema y abordarlo de manera efectiva.

Es imperativo que el Estado afiance la soberanía en las zonas controladas por estos delincuentes. Si la policía no puede garantizar la seguridad interna, es hora de considerar nuevas estrategias y asignar roles adicionales a las Fuerzas Armadas en las áreas críticas. La creciente amenaza del crimen organizado y transnacional requiere una respuesta contundente y coordinada.

La historia criminal de «Macho» revela un patrón de escapes y enfrentamientos con la policía que evidencian la necesidad de una estrategia integral para capturar a estos criminales. La última confrontación entre bandas de narcotraficantes rivales, subraya la urgencia de abordar este problema antes de que se torne aún más incontrolable. A la vista están experiencias de países como México, Colombia y recientemente Ecuador, donde los índices de violencia de los grupos criminales van tornándose incontrolables.

Las autoridades deben redoblar sus esfuerzos para desarticular estas organizaciones criminales y proteger a la sociedad paraguaya. Es momento de reflexionar sobre la eficacia de las medidas actuales y considerar opciones más robustas para combatir este flagelo. La seguridad de la nación está en juego, y la sociedad debe estar unida en el llamado a una acción urgente y decidida para preservar la paz y la tranquilidad de nuestra sociedad.