Por Elias Piris y David Martínez (enviados especiales)
Es territorio argentino, pero el pulso se mide en guaraní y en guaraníes. El guaraní es la lengua no oficial y la moneda no oficial de Clorinda, una de las principales ciudades fronterizas del vecino país, que transpira comercio informal hace ya varias décadas. Una actividad que está seriamente afectada por las medidas de shock del nuevo presidente argentino Javier Milei.
Llegamos a la frontera a la mediamañana: Lo primero que nos causa impresión es no ver las habituales colas de vehículos yendo a buscar precios convenientes en la angosta ruta asfaltada que nos conduce hacia Nanawa, la que en su momento fue bautizada como Puerto Elsa.
Nanawa nos recibe con un «peaje» irregular pasando el puente que cruza el Riacho Negro. Una especie de «impuesto al camino» que el municipio de la localidad chaqueña impone a los visitantes.
Todos saben que esta fuera de las normas pero todos lo aceptan, al igual que los productos de contrabando que inundan las calles de la misma.
A pesar del casi empate entre el precio de los carburantes del otro lado de la frontera, aún perviven los puestos informales de los vendedores de combustible de contrabando. Una ciudad que vive del ordeñe, del contrabando hormiga y donde miran con desconfianza al forastero que pide una boleta cada vez que compra algo.
Al igual que en su vecina Clorinda, en Nanawa todo se vende y todo se oferta. Los paseros hacen una pausa en los puestos de comida callejera donde sirven empanadas y tortillas regadas de reparadores platos de caldo de soyo.
«Esta situación económica de Argentina hace que sean ellos (los argentinos) los que vienen a hacer compras a este lado», nos advierte un lugareño.
Esquivando cajas y con una temperatura en aumento en una mañana del mes de diciembre, cruzamos la pasarela y sin mucho trámite en las ventanillas de migraciones, ya estamos del otro lado de la frontera. Otra bandera ondeando, otro territorio, pero un mismo acento y una misma estética.
Al igual que Nanawa, Clorinda también es una gigante romería donde todo se mezcla, desde puestos de ropas, calzados, carnicerías y demás, con la diferencia de que el movimiento ahora es mucho menor.
Faltando días para que se termine el año es difícil imaginarse a los comercios sin estar abarrotados de gente, especialmente de paraguayos.
«Todo este escenario nos hace recordar a la década de los noventa, cuando la paridad de un peso un dólar implementada por el gobierno de Carlos Menem provocó una gran depresión en esta ciudad», nos dice un comerciante.
Las medidas económicas del ahora presidente ultraliberal de Argentina, Javier Milei encarecieron productos básicos y lo que en su momento fue la «niña bonita» de los consumidores de este lado del río: El combustible.
Mientras recorremos la desolada ciudad y hablamos con los comerciantes, las pantallas de los televisores muestran una marcha de las principales centrales sindicales argentinas y de movimientos sociales, conocidos como «piqueteros».
Cuánto tiempo aguantará el pueblo argentino, en especial Clorinda este nuevo escenario? Funcionarán las medidas de shock de la era Milei para hacer de Argentina un país económicamente viable? Son preguntas, aún sin respuesta. Lo cierto es que Clorinda, está cada vez más cerca de ser una ciudad fantasma.