Esta repetida frase: los mal llamados deportes menores dan las alegrías mayores en el Paraguay, vuelve a sonar con fuerza y a ser repetida a la luz de los excelentes resultados que modalidades de muy poca difusión en los medios pero de alto rendimiento en la escena internacional, continúan brindando al país.
Exactamente son la antítesis del muy popular, respaldo y económicamente poderoso futbol profesional, que sin embargo, continua sumido en ese profundo letargo del que no se puede despertar.
Este fin de semana, los deportistas escolares volvieron con exceso de equipaje de éxito de los Juegos Sudamericanos de Santiago de Chile, en los que alcanzaron la mayor cantidad de medallas desde que en 1991 en Maringá, Brasil, comenzaron a cumplirse estas competiciones polideportivas.
Y enseguida no más, el futbol playa puso por primera vez en la historia a dos equipos de un mismo pais que no sea Brasil, en la final para discutir el titulo de la máxima competición de clubes, la Copa Libertadores de América. Y la ganó San Antonio, destronando al anterior monarca continental, Presidente Hayes por 3 a 1 en el complejo de los Pynandi.
El futbol playa, así como unos días antes el futbol de salón, el más laureado de los deportes en el país en la escena internacional, brindaron los mejores resultados de una temporada 2023 en la que por contrario imperio, el balompié profesional, perdió todo lo que jugó en materia de certámenes que se completaron a nivel de selecciones formativas y de clubes y en el área adulta y en la vigente eliminatoria para el mundial 2026, está en una posición rezagada con riesgo de repetir las frustraciones sufridas en las últimas fases de clasificación (Rio 2014, Moscú 2018 y Qatar 2022), si bien hay mucho tiempo por delante todavía y con los cambios que se hicieron transfiriendo el timón del equipo a Daniel Garnero, se espera revertir la situación.
Lo del futbol playa es digno de resaltar, no solo por los auspiciosos resultados, sino por la capacidad de organización de eventos internacionales, inclusive un mundial, en el más importante complejo fijo de la disciplina en el orbe: el fantástico implante de los Pynandí, en el Parque Olímpico de Luque.
Allí ahora se consagró San Antonio. Pero ya se hicieron antes numerosos eventos, incluso como señalamos una justa ecuménica en 2019, después de su habilitación con la disputa de una Libertadores. Antes de su montaje, se tuvo que improvisar un escenario en el Yacht y Golf Club Paraguayo, para lo cual se tuvo que reemplazar el histórico court central de tenis en el que Paraguay había logrado una épica victoria sobre Estados Unidos en copa Davis treinta años atrás.
Todavía en aquel histórico 2019 en materia de grandes competencias en las que Paraguay fue anfitrión, tuvimos un sudamericano sub 20 y una edición de la Liga Evolución femenina.
Solo la pandemia paró la hiper actividad del balompié de arena a nivel internacional en el Complejo Pynandi que incluso ya en 2021 ni bien se volvió a la normalidad, reabrió sus puertas para un amistoso internacional con Trinidad Tobago.
El año pasado se repitió en cantidad el número de eventos de su año inaugural con la disputa de la Copa América, los Juegos Odesur Asunción 2022, la Asu Cup a nivel masculino y femenino y el amistoso internacional con Marruecos.
Este año tuvimos una nueva edición de la Liga Evolución de mayores y paralelamente otra de sub 20, más la reciente Libertadores de América.
Semejantes actividades hacen que en el mundo, se reconozca la calidad de anfitrión del futbol de arena del Paraguay, así como en mayo ultimo se le otorgó la cuarta ubicación en el ranking mundial, detrás de Brasil, Portugal y Rusia.
Cuan necesario es que el deporte más favorecido por el publico y por los medios, se mire en espejo y siga el ejemplo de estas mal llamadas manifestaciones menores, que siguen brindando las alegrías mayores.