Dividido, quebrado, fragmentado, sin fuerza, testimonial y sin fondos. Estos son los adjetivos que inevitablemente surgen al hablar del Partido Liberal Radical Auténtico, el segundo partido tradicional por excelencia en Paraguay, junto con la Asociación Nacional Republicana.
El panorama catastrófico que enfrenta el partido no es algo nuevo; venía gestándose desde hace años. Mientras el Partido Liberal Radical Auténtico denunciaba la presencia de mafia y corrupción, ofreciendo titulares rimbombantes a la prensa opositora, el manejo interno a cargo de Efraín Alegre era, cuanto menos, desastroso.
La gestión de Alegre ha dejado al partido en quiebra, un partido que cuenta entre sus filas con grandes prohombres de nuestro país, como Manuel Gondra y Eligio Ayala. Desde los albores de la democracia, el partido abandonó su posición mística opositora al régimen stronista para convertirse en una maquinaria meramente electoral y prebendaria, contradiciendo así sus propios principios y criticando lo que alguna vez repudiaron en sus contrarios del pañuelo colorado.
Hoy en día, el Partido Liberal Radical Auténtico enfrenta una de sus peores crisis, no solo desde el punto de vista económico, sino también en cuanto a su contenido ideológico. Esta situación se acentuó con la debacle en las elecciones de abril pasado, cuando Efraín Alegre lideró sin éxito no solo su tercera derrota electoral en unas elecciones presidenciales, sino una derrota sin precedentes desde que aspirara a llegar al sillón de López.
La reciente renuncia del senador Eduardo Nakayama no es más que otra muestra palpable de la situación crítica que atraviesa el principal partido de la oposición: sin mística y con un azul cada vez más desteñido. La falta de cohesión interna y la carencia de una visión clara han llevado al PLRA a una encrucijada donde la pérdida de identidad ideológica se refleja en un desvanecimiento gradual de su fuerza política.
En este contexto, es imperativo que el Partido Liberal Radical Auténtico revalúe sus principios fundamentales y realice una profunda introspección para recuperar la confianza de sus seguidores y reconstruir su presencia en la escena política paraguaya. De lo contrario, el desvanecimiento del azul en su bandera podría convertirse en la metáfora visual de una fuerza política que ha perdido su rumbo y su propósito.