Las ideologías no son vallas para proteger prófugos y los procesos electorales no pueden sufrir variaciones debido a experimentos que atropellan el marco institucional nacional. Ambos despropósitos están por encima de la Justicia y la propia autonomía de un país. Lo decimos ante la probada protección a fugitivos por afinidades en el pensamiento político y por las expresiones atribuidas al analista, Emanuele Ottolenghi, quien afirmó que «Paraguay es un campo de experimentación de Estados Unidos» (Leer publicaciones firmadas por Augusto Taglioni, Política Online ( 10/10/2022).
En la edición de ayer colocamos en portada, ratificamos nuestra posición en el Editorial, que Arrom, Martí y Colmán acusados de secuestros, no pueden mantenerse impunes por Finlandia por una cuestión ideológica o de desinformación. Resulta nefasto que una doctrina política deba colocarse por encima de las normas jurídicas internacionales. Esto deriva en injusticia para víctimas y familiares de los secuestros. Además ninguna coyuntura u otros motivos externos que fueren son suficientes para cambiar candidatos, perjudicar o beneficiar a tal o cual grupo o para modificar pautas históricas de convivencia social y familiar.
Desde La Tribuna sostenemos que la mayor carga de responsabilidad, para cuidar la independencia jurídica y política, tienen quienes gobiernan la Nación. Deben insistir en traer ante las instituciones nacionales a quienes delinquieron en la Nación y no pueden usar la autonomía y la soberanía como si fueran naipes de negociación. Por eso ratificamos que el Estado paraguayo está obligado a iniciar una ofensiva internacional para que Arrom, Martí y Colmán rindan cuentas acá. Nos preocupa igualmente eso que Paraguay sea “un campo de experimentación….”, si en verdad eso es cierto. Ya demasiado daño sufrió el país por causa de la intromisión foránea. Desde la Triple Alianza, la Guerra del Chaco y varias otras injerencias dañinas.
Dichas indiscreciones extrañas sobre el derecho natural de una República son resultados de gobiernos sin carácter, de presidentes maleables o de todo un Estado sometido a poderes formales o fácticos vigentes fuera del territorio guaraní. Tanto descaro va de contramano con la Constitución, que afirma que Paraguay es libre y soberano. Sin ánimo de envalentonar a nadie, ni lanzar desafío alguno, no es la esencia de www.latribuna.com.py, declaramos que ninguna mano extraña puede imponer condiciones en Paraguay. Eso deshonra la sangre de nuestros héroes.
Así como nos ocupamos que por cuestiones ideológicas haya cobijo a prófugos, de igual modo sentimos que sería doloroso confirmar que exista manipulación de las agendas globalistas o se haya deslizado algún uso indebido de la fuerza de poder extrínseco para modificar procesos electorales, que sólo corresponden a las instituciones y electores nacionales. La razón de la democracia descansa en las leyes de la Nación y en el ejercicio libre de la votación. No somos alarmistas. Hacemos el comentario para que el mañana no nos tome sin autoridad para poder criticar luego lo ya consumado, cuando en verdad tuvimos tiempo suficiente para advertir lo que podía pasar.
Ante el gobernante conocido que hoy se tiene, sin carácter, con signos de subordinación y casi rendido, hay poco por hacer. Ya apuntamos hacia el 2023, para que quién ocupe la silla presidencial inicie bajo su liderazgo una campaña seria para traer al país a los Arrom, Martí y Colmán. Además, puede resultar evidente que sólo un dócil puede abrir las puertas del país con demasiada facilidad, dejando así hasta el espacio a quienes asumen que eso hace para asegurar su propia visa, sin que importe incluso la suerte de su mismo partido en las próximas elecciones generales.
El tiempo dirá la verdad sobre el futuro de Arrom/Martí/Colmán y sobre el comentario que afirma: «Paraguay es un campo de experimentación de Estados Unidos». Por ahora hay mucho por observar e ir analizando en el objetivo de ambicionar un mejor futuro institucional, para el cual es necesaria la capacidad crítica, el discernimiento constante y hasta tener en alerta el sentido común. La República se construye y reconstruye desde adentro. Eso no será posible permitiendo la impunidad por cuestiones ideológicas o dejando que el país sea tomado como experimento.