Esta debe ser la última crisis en una cárcel paraguaya. Ya no hay cabida para errores ni medias tintas. Urge recuperar el control de las cárceles; la gente de bien debe gobernar tanto fuera como dentro de las penitenciarias. Esta debe ser la única consigna a seguir, evitando continuar con la agenda de los grupos criminales. Sin embargo surge la interrogante respecto a cómo lograrlo.
El sistema penitenciario de Paraguay vive enfrentando múltiples desafíos. Los motines en las cárceles han sido uno de los problemas más persistentes y preocupantes. En particular, la prisión de Tacumbú ha sido escenario de diversos incidentes a lo largo de su historia. Hoy nuevamente se enfrenta una muerte ocurrida en pleno motín, el cual ha sido de los más intensos de la última década. Recuperar el control de la cárcel no es tarea fácil, y requiere habilidades que las autoridades hoy pondrán a prueba.
Cuando un motín estalla en una prisión, la prioridad debe ser restablecer cuanto antes el orden y la seguridad. A tal efecto es fundamental la comunicación. Se deben establecer canales adecuados para comunicar las posiciones gubernamentales y poder oír a los responsables del motín. Esto ayudará a calmar los ánimos y apaciguar la violencia.
Gradualmente se deberá intervenir, evitando en cuanto sea posible el uso de la fuerza a fin de agravar la situación. Es indispensable reposicionar a los elementos policiales y guardias a fin de recuperar territorio. Se deberá proceder a la restricción y aislamiento de los instigadores de la revuelta y eliminar totalmente el acceso a armas u otros elementos de peligro a los reos.
Una vez asegurados los puntos anteriores se deberá proceder a brindar atención médica a heridos si los hubiere, al tiempo de iniciar las investigaciones y determinar las responsabilidades inmediatas, sin perjuicio de las acciones penales que podrían extenderse en el tiempo. Accionar rápido para determinar estas responsabilidades inmediatas será una herramienta que alimentará las futuras acciones en el fuero penal.
Sin embargo, con esto no culmina la labor de nuestras autoridades, quienes deberán además prever que estas situaciones no vuelvan a repetirse. Para esto es necesario realizar una verdadera, palpable y efectiva reforma del sistema penitenciario, empezando por recluir a miembros de la misma agrupación criminal en diferentes prisiones. No es posible seguir repitiendo los errores de ceder ante los delincuentes y permitir que los mismos en vez de estar recluidos en realidad se encuentren congregados en una penitenciaría para organizar aún mejor sus fechorías.
Es primordial superar el problema de la sobrepoblación. Tacumbú sufre de una grave hacinamiento como consecuencia de haber superpoblado la cárcel. Para mejorar la situación, es esencial invertir en infraestructura y promover la diversificación de las reclusiones.
Al mismo tiempo se debe invertir en programas de rehabilitación. Se deben implementar programas efectivos que brinden a los reclusos la oportunidad de adquirir habilidades y educación, preparándose para su reintegración en la sociedad. De este modo se evitará que vuelvan a las cárceles.
Tal vez la cuestión central sea el control de la corrupción. Para garantizar la seguridad y la transparencia, es necesario abordar la corrupción dentro del sistema penitenciario, incluyendo la lucha contra el contrabando y el tráfico ilícito. Se debe evitar por todos los medios la complicidad de agentes penitenciarios, lo que prevendría la posibilidad de que los criminales recluidos tengan comunicación con sus asociados que están en libertad.
Categóricamente se debe mejorar la calidad y cantidad de recursos humanos y su capacitación. Durante este motín pudimos notar como los guardiacárceles oficiaban como portavoces de los criminales recluidos incluso. Los funcionarios de prisiones deben recibir capacitación adecuada en la gestión de conflictos, derechos humanos y atención de la salud mental.
Es momento de descentralizar y regionalizar aún más el sistema penitenciario. Distribuir la responsabilidad y el control de las cárceles en el país puede ayudar a mejorar la gestión y el trato de los reclusos, al tiempo de aislar a los miembros más peligrosos de las grandes organizaciones criminales.
Claramente se trata de una tarea compleja, que debe contar con el apoyo de propios y extraños al gobierno de turno. La reforma del sistema penitenciario será un desafío a largo plazo que requerirá un compromiso continuo y conjunto, sin embargo hoy está más claro que nunca que se trata de una cuestión urgente.