Andrés Colmán Gutiérrez
El deslumbrante espectáculo de inauguración de los Juegos Odesur Asu 2022, que mostró lo que es posible lograr con el uso de la tecnología combinada con el talento creativo y la gran calidad artística, acabó eclipsada en las redes sociales y en la mayoría de los medios de comunicación por la desbordada polémica que se generó en torno al torpe descuido de dos conductoras y un conductor de la transmisión televisiva, quienes, sin darse cuenta de que los micrófonos continuaban encendidos, se burlaron del ombligo y del estado físico de la principal estrella internacional invitada del show, la cantante argentina Tini, durante su actuación.
El aparentemente doméstico error alcanzó niveles de escándalo internacional por la trascendencia global del evento, por la celebridad de la artista aludida y por no dimensionar adecuadamente que, en esta era de hiper conexión digital y de super exposición mediática, todo nos pone en la vidriera y nos deja expuestos ante la radicalizada cultura de la cancelación.
A todo lo que ya se ha dicho y comentado acerca de este lamentable incidente, nos queda agregar un detalle importante: no sirve de mucho alegar como excusa “no sabíamos que los micrófonos estaban abiertos”, porque la ética en los medios de comunicación se debe sostener tanto en público como en privado. Mostrar gua’u que somos respetuosos de los demás cuando la gente nos está viendo, solo por miedo a que nos bajen la caña, pero apenas se apagan los micrófonos o las cámaras nos ponemos a expresar todo lo contrario, es todavía más grave. Como periodistas o comunicadores debemos aprender a respetar las reglas de convivencia y los principios de ética en todas las facetas de nuestras vidas, porque constituyen la esencia del oficio. De lo contrario estamos simulando algo que no somos, hasta que un error técnico saca a luz nuestra verdadera personalidad.
Lamentablemente, historias como las del ombligo de Tini alcanzan más resonancia y son más virales en las redes sociales que otras que resultan mucho más luminosas y motivadoras, en el marco de los juegos de Odesur, como la del arquero de la línea 30.
Aunque muchos han entendido erróneamente que por llamarlo “arquero” sería el portero de algún club de fútbol, en realidad nuestro compatriota José Centurión es practicante de una exquisita disciplina deportiva —que se conecta con la habilidad de legendarios personajes de la literatura y la cultura universal, como Robin Hood o Guillermo Tell, incluyendo a nuestros propios ancestros indígenas—, el tiro con arco, transformado de una clásica y primitiva arma de guerra en una disciplina de deporte olímpico.
Lo llamativo es que una práctica deportiva, generalmente considerada de elite, sea asumida con tanta habilidad por un popular obrero del volante, chofer de una reconocida empresa de transporte que circula cotidianamente por las calles del Gran Asunción.
Don José Centurión, de 54 años de edad, lleva tres décadas manejando los bólidos azul y oro de la Empresa Vanguardia SA, en el itinerario de Luque a Lambaré, pero en sus horas libres tomaba su arco profesional y se dedicaba a practicar con disciplina y rigurosidad, hasta lograr la destreza necesaria que le permitió alcanzar el punto máximo para participar de los Juegos Odesur.
A don José le tocó el honor de abrir las competencias de Tiro con Arco en la categoría Recurvo individual masculina, el pasado domingo, ante un público que lo aplaudió con entusiasmo, situándose en el puesto 24 tras sumar 454 puntos. Lo emocionante fue que muchos de sus colegas choferes de ómnibus se congregaron para alentarlo y acompañarlo, en su primera participación internacional.
El sacrificio de Don Centurión por cumplir su sueño es admirable. Un arco profesional para la disciplina deportiva cuesta entre 1.500 y 2.000 dólares, que sumado a las flechas y a los demás accesorios necesarios, puede alcanzar un precio de 3.000 dólares, el cual puede resultar prohibitivo para un trabajador humilde, pero el arquero de la Línea 30 destaca el apoyo que recibió tanto de los miembros de su familia, que contribuyeron para que pueda comprar sus equipos, como de los directivos de la empresa donde trabaja, que le dieron las licencias laborales y el apoyo necesario para que pueda practicar y participar del gran evento deportivo internacional.
No sabemos aún hasta donde podrá llegar don Centurión en los Juegos de Odesur, pero sus flechazos ya han conquistado muchos admiradores y han derribado más que algunos mitos de esta disciplina deportiva.
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Andrés Colmán Gutiérrez es director periodístico de elotropaís.org – Estas crónicas forman parte de un proyecto colaborativo especial para latribuna.com.py