«Podría Ud. cotizar la vida humana y cuantificarla en lo que vale en dinero?» Tal es la pregunta y cuestionamiento directo hecho por una familia de paciente oncológico al Dr. Felipe González, el profesional designado para ser ministro de Salud Pública en el gabinete del nuevo gobierno que asumirá el 15 de agosto. Tras las polémicas declaraciones del médico ayer en conferencia de prensa, en las cuales insinuó que se dejaría de aportar medicamentos a pacientes terminales, no se hicieron esperar las reacciones desde las asociaciones de familiares de pacientes del INCAN y otros. Entre ellas, la carta abierta de la familia de un joven padre de familia que debió deambular por el servicio público nacional y logró superar el cáncer con apoyo de centros médicos del extranjero
DEAMBULANDO EN BUSCA DE ESPERANZAS Y TRATAMIENTO MÉDICO
La carta abierta al ministro designado fue publicada en redes sociales y expresa que la familia tuvo «conocimiento de su declaración brindada a través de los medios, en la que asume una postura un tanto
difícil de entender, sobre la adquisición de medicamentos costosos a través de amparos judiciales promovidos por la Defensoría del Pueblo».
El relato del caso está sintetizado en la carta:
«Somos una familia constituida por mi esposo José, yo Laura, mis hijos Sofía y Mauricio, vivimos en la ciudad de San Juan Bautista, Misiones. Mi esposo tiene 37 años y yo 36. En el 2013 mi esposo debutó con una enfermedad que para ese entonces fue catalogada como “Terminal”, Leucemia Linfoblástica Aguda B Común. Seguro se pregunta porque digo terminal, siendo que en el mundo ya existen tratamientos válidos que curan tal dolencia. Pero asi como suena, en ese momento fue catalogado como terminal ya que una vez llegados al centro especializado en Asunción, los médicos nos explicaron que solo tenían un tratamiento “paliativo” para ofrecernos pero que en seis meses José terminaría igual o peor que (Derlis) el paciente que se encontraba agonizando al lado de él en la misma habitación. Los médicos fueron muy HONESTOS, nos hicieron saber que no contaban con un tratamiento válido para ofrecernos, que si José se internaba en ese lugar solo Dios sabría hasta cuándo y en qué condiciones. Por tal motivo nos dijeron que si teníamos los recursos viéramos la posibilidad de llevarlo al Brasil donde tal vez podrían salvarlo. (En ese entonces solo tenía 27 años y yo 26).
En ese momento toda la familia se movilizó buscando recursos económicos, se despojaron de todos sus bienes, y más la ayuda de colectas de familiares y amigos pudimos costear 6 meses de tratamiento en un centro muy conocido del vecino país, regresando a casa totalmente sano.
Después de 3 años José volvió a recaer, volvimos al mismo centro en Asunción y nuevamente nos indicaron la necesidad de salir del país, hasta que un hematólogo muy respetado nos derivó hasta el ips donde le hicieron un trasplante de médula ósea, viviendo meses de calvario en busca de su recuperación. Los médicos también fueron muy honestos con nosotros, nos comentaron sobre todos los riesgos del trasplante, más aún por la carencia en cuanto a equipamientos para estudios y laboratorios que si o si necesitaríamos. Inventamos los recursos, vendimos todo lo que teníamos porque creímos que la salud era lo más importante para nosotros. No solo se trataba de salud, se trataba de salvar una vida humana. Después de múltiples problemas y complicaciones extendidos en 6 meses de internación, salimos de alta.
Nuevamente 3 años después José volvió a recaer, y a través de la medicina avanzada de vecinos países tuvimos conocimiento de un nuevo tratamiento, especial para casos como el de José (paciente con recaída y trasplante frustrado) el famoso BLINATUMOMAB, y adivine que… el costo del medicamento oscilaba a los 100.000 dólares americanos. Nuevamente emprendimos un gran desafío, buscamos de donde obtener el medicamento ofreciendo nuevamente todo lo poco que teníamos a cambio de salud.
En ese momento la impotencia era tan pero tan grande que todo el país acompañaba nuestra lucha, todos se sintieron indignados al ver como ofrecíamos por las redes lo poco que teníamos con tal de juntar recursos para adquirir el medicamento. Y tal es así que nos hicieron llegar hasta la Defensoría del Pueblo y realmente no dudamos un solo segundo en promover un amparo y solicitar que el Ministerio de Salud provea del medicamento a José. El tratamiento duró un mes (un mes internado con múltiples riesgos pero con la fe de que todo valdría la pena) salimos de alta y hasta hoy día sigue sin indicios de cédulas malignas en su médula».
«PUEDE PONER PRECIO A UNA VIDA HUMANA?
Tras el relato, la familia cuestiona al ministro designado y critica sus declaraciones:
«Si tan sólo pudiera explicarle Ministro todo por cuanto hemos pasado para conseguir SALUD. Fue tanta la indignación de toda la gente por vernos sufrir que todos apoyaban a la causa. Direcciones que agilizaban los trámites administrativos, otros departamentos que intentaban contactar con el laboratorio para la adquisición, y muchas cosas más que usted ni se imagina!
Ahora bien Ministro, la pregunta que sigue es la siguiente: Cree usted que no valió la pena el gasto que realizó el Ministerio para la compra del medicamento? Podría usted cotizar la vida humana y cuantificarla en dinero?
Apelamos señor Ministro a que antes de crear los comités encargados de catalogar cada caso particular de los pacientes, éstos se encarguen de crear proyectos que mejoren las políticas de salud del país e impidan la migración masiva en busca de un tratamiento prometedor.»