Lo que está sucediendo en el Banco Central del Paraguay es muy peligroso. Es el resultado de una gestión ineficiente e ignorante por parte de los actuales miembros. Además de la evidente manipulación sectaria de la información y el hecho de que su presidente actúe como juez y parte, es grave que se desconozca cómo administrar la institución bancaria más importante.
Lo que La Tribuna está demandando son principios básicos del sistema bancario mundial. No es algo extraordinario. Son reglas formales y naturales que se basan en la meticulosidad y, sobre todo, en la confidencialidad, con el objetivo de preservar el propio sistema.
Dado todo lo que se ha revelado hasta ahora, junto con la información adicional que nos llega al diario, podemos inferir una gran negligencia. Algunos hablan que José Cantero Sienra y Hernán Colmán, por citar a las cabezas del BCP y la Superintendencia de Bancos, discriminan en complicidad en un combo donde hay abuso de poder y avivada en grado superlativo de desprolijidad e inutilidad.
Los hechos que saltan, ante el asombro de la opinión pública, se basan ciertamente en la corrupción y la complicidad. Esto no puede seguir así. Se precisa con urgencia rectificar rumbos.
El Paraguay está a punto de iniciar un nuevo tiempo con un gobierno que asume en agosto próximo. La era de Santiago Peña no puede permitir que la citada corrupción y complicidad tengan como socia accionaria a la impunidad.
Confiamos en que el presidente electo está informado de lo pasa, por lo que se sabe el daño que se está haciendo a todo el sistema financiero. Por ello, debe ordenar a los miembros del Equipo de Transición (Lea Jimenez, Alderete, Trapani y Huttemann) para que investiguen y recomienden la remoción de todos los involucrados en el escándalo bancario nacional.
