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lunes, 7 de abril de 2025
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“La renegociación del Anexo C es una oportunidad histórica que no podemos desaprovechar”

“La renegociación del Anexo C del Tratado de Itaipú representa una oportunidad histórica para el Paraguay, que no puede ser desaprovechada”, afirma con contundencia Esteban Aquino, analista internacional y exministro de Inteligencia. En entrevista con La Tribuna, destaca que el país tiene hoy la posibilidad real de corregir décadas de asimetría en la relación con Brasil, exigir un pago justo por la energía cedida y avanzar hacia un modelo de desarrollo propio. Para ello, sostiene, se necesita un equipo negociador ético, preparado y con visión estratégica, respaldado por una ciudadanía cada vez más informada y exigente.

¿Qué está en juego con la renegociación del Anexo C del Tratado de Itaipú?

Mucho más de lo que parece. Estamos ante una oportunidad única para corregir décadas de desequilibrio y sentar las bases de un modelo energético que beneficie realmente al Paraguay. Pero para lograrlo, necesitamos dos cosas: una estrategia clara y un equipo negociador que esté preparado, técnica y éticamente.

¿Y cuáles deberían ser los puntos clave de esa estrategia?

El primero es muy claro: el precio que recibimos por la energía que no usamos y que Brasil adquiere a un costo irrisorio. Paraguay debe exigir que ese excedente se pague a valor de mercado. En segundo lugar, debemos tener la libertad de vender nuestra energía directamente a otros países. Hoy seguimos atados a una lógica de intermediación que nos resta soberanía.

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¿Qué hacer con los ingresos que se generen?

Una parte debe destinarse a inversión interna: reforzar nuestra infraestructura eléctrica, apostar por la industrialización, generar empleos. No podemos seguir siendo solo generadores de energía para otros.

¿Hay cláusulas dentro del Tratado que también deberían revisarse?

Absolutamente. Existen disposiciones que fueron negociadas en un contexto de asimetría total. Hay que revisar mecanismos de ajuste, plazos de pago, condiciones que hoy benefician desproporcionadamente a Brasil.

¿Y cómo se hace eso sin romper la relación binacional?

Con diplomacia firme. Hay que defender nuestra posición con claridad, sin caer en extremos, pero sin ceder ante presiones. Esta renegociación no debe ser vista como una amenaza, sino como una actualización necesaria para que ambos países puedan seguir cooperando en igualdad de condiciones.

¿Qué fortalezas tiene Paraguay hoy para sentarse con seguridad en esa mesa de negociación?

Varias, y son fundamentales. Primero, la posición geopolítica: somos copropietarios de una de las mayores hidroeléctricas del mundo. No es poco. Segundo, contamos con un capital humano cada vez más preparado: técnicos, diplomáticos y profesionales formados, incluso con experiencia internacional. Tercero, el contexto internacional está más atento a temas de equidad y sostenibilidad, lo cual refuerza nuestras demandas. Y por último, algo que a veces subestimamos: la opinión pública paraguaya hoy está mucho más informada y comprometida. Eso le da fuerza y legitimidad al equipo negociador, que ya no puede actuar entre cuatro paredes, sino con el país entero mirando.

Hablemos del equipo negociador. ¿Qué perfil debería tener?

Primero, amor al país. Nada de intereses personales o compromisos ocultos. Después, una formación técnica sólida: energía, derecho internacional, economía… no hay margen para la improvisación. También se necesita experiencia en negociaciones complejas. No podemos mandar aprendices.

¿Y en términos éticos?

Transparencia total. Integridad inquebrantable. No queremos representantes que se dejen influenciar o que negocien de espaldas al país. Además, habilidades diplomáticas: firmeza, sí, pero también inteligencia táctica. Y algo fundamental: visión de futuro. No se trata solo de mejorar las condiciones actuales, sino de pensar en cómo esta renegociación puede abrirnos puertas hacia la transferencia tecnológica, por ejemplo.

En resumen. Si encaramos esto con seriedad, Paraguay puede convertir Itaipú en una herramienta poderosa para su desarrollo. Pero necesitamos unidad, preparación y liderazgo. No es una batalla, es una oportunidad. Y hay que estar a la altura.

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Editorial

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