Una información publicada en nuestra página, durante el fin de semana, puso énfasis en la preocupación de los pobladores de Encarnación y Cambyreta por la contaminación de dos arroyos de la zona. Es un dato no menor, porque revela una realidad que amenaza a uno de los recursos más preciados del sur del país: el agua.
Encarnación, la ciudad que floreció a orillas del río Paraná, vivió una transformación profunda con la construcción de la represa hidroeléctrica de Yacyretá. Lo que significó la pérdida de vastas extensiones de territorio bajo el embalse, también trajo consigo una nueva realidad. Los espejos de agua que hoy rodean la ciudad se convirtieron en atractivos turísticos que dinamizaron la economía local, con playas y deportes acuáticos como nuevos pilares del desarrollo regional. Sin embargo, estos beneficios llegaron acompañados de desafíos ambientales que aún no han sido plenamente abordados.
La proliferación de cianobacterias y camalotes en la cuenca baja del arroyo Potï’y es una llamada de atención de lo que puede convertirse en una crisis ambiental, con impacto en los ecosistemas acuáticos y la salud pública. Las condiciones propicias para la aparición de estos organismos –aguas estancadas, altas temperaturas y descargas de aguas servidas– son consecuencia directa de la falta de planificación y la presión que ejerce la urbanización descontrolada sobre los recursos naturales.
La Entidad Binacional Yacyretá (EBY), como responsable de los cambios producidos al ecosistema con su obra hidroeléctrica, tiene la obligación ineludible de preservar la calidad del agua en toda la zona de influencia del embalse. Desde la entidad informaron que se realizan tareas de limpieza y retiro de camalotes.
No obstante, el vertido de aguas residuales sin tratamiento en los cursos hídricos, sumado a la falta de sistemas de alcantarillado sanitario en amplias zonas de Encarnación y Cambyretá, agravan un panorama que requiere de una intervención conjunta entre las autoridades municipales, la binacional y la ciudadanía.
El agua, ese recurso que ha impulsado el desarrollo y la belleza paisajística del sur, debe ser tratada como el tesoro invaluable que es. La planificación de los municipios y las políticas ambientales no pueden seguir relegándose a un segundo plano. Es urgente que se extremen los estudios ambientales y se elaboren planes de desarrollo sostenibles que integren la conservación de los arroyos y subembalses como parte fundamental del crecimiento de la región.