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viernes, 22 de noviembre de 2024
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La guerra como espectáculo (II)

Escribe: Elvio Venega (*)

Concluíamos la primera entrega de este tema luego de mirar en particular el conflicto de la Guerra de la Triple Alianza, señalando que el avance de las tecnologías gráficas y audiovisuales ha aportado, unas veces, su cuota importancia y espectacularidad histórica y otras, su frivolidad y morbosidad con imágenes de violencia y sufrimiento. En este segundo material, nos disponemos a ver cómo la literatura y el cine han narrado grandes acontecimientos bélicos con una mirada, muchas veces, económica y comercial, haciendo del mismo un espectáculo que genere pingües ganancias

Los motivos de las guerras han sido distintos. Unos aseguran supervivencia, otros manifiestan afán de ganar territorios, algunos, simple contrariedad al enemigo. Lo cierto es que el mundo ha vivido de guerra en guerra a lo largo de toda su historia. Han existido innumerables conflagraciones que se cobraron millones de vidas. Según Martín A. Cagliani, antropólogo e historiador de la Facultad de Historia de Buenos Aires, “en los últimos 5.000 años de historia, la humanidad solo tuvo 900 años en paz”. Desde el año 1000 (d.C.), hasta el 2000 se calcula que las guerras han causado unos 148 millones de víctimas, de las cuales casi las 2/3 partes fueron durante contiendas en el siglo XXi.

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La lista de conflictos en todas las edades y siglos es larga. La literatura lo documentó en importantes volúmenes. Un sinfín de enfrentamientos de tribus, poblados, culturas que se sucedieron uno tras otro son narrados por grandes historiadores. Por ejemplo, Tucídides (460-396 a.C.), ateniense, considerado el padre de la historiografía científica, en su “Historia de la guerra del Peloponeso” narra el conflicto entre griegos (Atenienses y Espartanos). Un poco más adelante, Tito Flavio Josefo, historiador del siglo I, registró la historia judía, en especial la primera guerra judeo-romana (66-70 d.C.). Su obra más importante se llama “La guerra de los judíos”.

Las dos guerras mundiales produjeron también grandes narradores. En las últimas décadas, varios historiadores y novelistas lanzaron sucesivamente publicaciones sobre conflictos bélicos, algunas de las cuales se constituyeron grandes “Bestsellers”. En 2013, por ejemplo, un libro que logra super ventas es “Sonámbulos: Cómo Europa fue a la guerra en 1914”, sobre el origen de la Primera Guerra Mundial, escrito por el profesor de historia de Cambridge Christopher Clark. En el mismo año, el historiador británico David Stevenson publica “1914-1918. La historia de la Primera Guerra mundial”. El material es considerado quizás unos de los libros que mejor aborda aquel suceso que representó una de las más destructivas guerras de la historia moderna, donde murieron casi diez millones de soldados.

Momentos Estelares de la Humanidad” y “El mundo de Ayer” son dos obras que también recogen brillantes descripciones de los inicios de la Primera Guerra Mundial y de escenarios de grandes batallas. En “El mundo de ayer”, su autor, el gran escritor austriaco de origen judío, Stefan Zweig, describe de manera impresionante el despreocupado verano belga de julio de 1914, mientras que en “Momentos estelares de la Humanidad”, entre otros episodios,cuenta la historia de Napoleón Bonaparte cuando es derrotado por los británicos.

La aparición de las tecnologías también permitió mediante la fotografía y las filmaciones, el registro de grandes y significativos acontecimientos bélicos. El primer fotógrafo de guerra que conoció el mundo fue el rumano de origen húngaro Carol Popp de Szathmari (1812-1887). En 1855, exhibió más de 200 imágenes en Paris, en la Exposición Universal, de soldados rusos y turcos que combatían en la guerra de Crimea. El periodismo y el fotoperiodismo, como profesión moderna, creó también especialistas en la temática bélica con los corresponsales de guerra, quienes con sus relatos y obras ayudaban a conocer y, muchas veces, a fomentar la “espectacularidad” y crueldades de la guerra, de los destrozos y de las muertes. Gracias al “periodismo de guerra” y de todos aquellos corresponsales modernos, se conocen sucesos y detalles de conflictos en varios rincones del mundo. En esa línea se ha destacado por su trabajo Ryszard Kapuscinski (1932–2007), escritor y periodista polaco, corresponsal de guerra desde 1959, calificado como el mejor reportero de su siglo;

En el mundo del fotoperiodismo, quizás sea Robert Capa, cuyo verdadero nombre era Endre Ernö Friedman (1913–1954), el corresponsal y fotoperiodista de guerra húngaro del siglo XX más famoso entre todos. Muchas de sus obras siguen estando entre las imágenes que se recuerdan en todo el mundo. Capa fue el único fotoperiodista que el 6 de junio de 1944, el llamado Día D, desembarcó con los soldados estadounidenses durante la invasión en la playa de Normandía, durante la segunda Guerra Mundiali. Fue el primer corresponsal en fallecer en una guerra, en 1954, en Indochina, al pisar una mina antipersonal. También se destacan Marie Colvin (1956–2016) corresponsal estadounidense que narró conflictos como los de Sierra Leona, Timor Oriental, Kosovo, Zimbabue, Chechenia y la Primavera Árabe; John Fisher Burns (1944) periodista británico, ganador de dos premios Pulitzer; Ernest Hemingway (1899–1961) novelista, cuentista y periodista estadounidense que relató la Guerra Civil española y la Primera y Segunda Guerra Mundial.

Muchos han publicado imponentes obras que no se pueden soslayar y que fueron además fuentes de inspiración a la industria cinematográfica. “Por quién doblan las campanas”, por ejemplo, es una de las novelas más populares del Premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway. La obra, ambientada en la guerra civil española, además de una bella historia de amor, relata las vicisitudes de aquel conflicto. El autor había viajado a España como enviado especial de “The American Newspaper Alliance” y según se cuenta durante ese periodo, la periodista y también escritora Martha Gellhorn, con la que se casaría en 1940, lo inspiró a escribir la que sería una de su más famosa obra. Tres años después de publicarse la misma, en 1943, se estrena en blanco y negro la versión cinematográfica adaptada de la versión en inglés; “For Whom the Bell Tolls” (Por quién doblan las campanas) dirigida por Sam Wood y protagonizada por Gary Cooper y la actriz Ingrid Bergman.

Una de las épicas batallas, ejemplo imborrable de valor y sacrificio que la cinematografía también se encargó de convertir en espectáculo, es quizás la “Batalla de las Termópilas”, que lleva el nombre de un desfiladero a causa de las aguas termales que brotaban en sus inmediaciones y que separaba a Grecia del Imperio persa. La historia de la batalla cuenta la tenaz resistencia de un puñado de griegos que, a pesar de su reducido número, consiguen por unos días frenar completamente a un ejército como nunca antes se había reunido. Es también la historia de unos pocos soldados (300 espartanos) bajo el mando del aguerrido rey Leónidas, que hicieron frente al todopoderoso rey persa Jerjes.

En 1998, de la mano del guionista, dibujante de cómics y cineasta estadounidense Frank Miller, la historia de la valentía de los espartanos en las Termópilas, ingresa al mundo del Comic con la obra titulada 300. Unos años más adelante, en el 2006, el cineasta, productor, guionista y director de fotografía estadounidense, Zack Snyder lleva adelante la estupenda adaptación cinematográfica del comic que igualmente arrojó una secuela en 2014, sin mucho éxito, con el título “300: El origen de un Imperio”.

Si el amor en tiempos de guerra es retratado en una obra, también el humor sarcástico y absurdo. El genial comediante Charles Chaplin, a poco de culminar la primera Guerra Mundial y todavía en pleno apogeo del cine mudo, dirige e interpreta una sátira acerca de los horrores de la I Guerra Mundial. “¡Armas al hombro!” es su película de “mediometraje” antibelicista. Es estrenada el 20 de octubre de 1918 y en ella Chaplin se ve inmerso en múltiples situaciones repletas de un humor absurdo. Está considerada como la primera comedia que se burla de los horrores de la guerra y en cierto sentido una paradoja que representa de forma tan realista a la Primera Guerra Mundial.

El citado filme recoge en sus imágenes los modelos fundamentales de las películas bélicas, arquetipos que se verá más adelante en muchos otros, como “Alas” de William A. Wellman (1927); “Sin novedad en el frente” de Lewis Milestone (1930); “La gran ilusión” de Jean Renoir (Francia, 1937); “La reina de África” de John Huston (1951), con la cual Humphrey Bogart ganó su único Oscar como mejor actor; “Senderos de gloria”, probablemente la más emblemática sobre la Primera Guerra Mundial y excepcional alegato antibelicista y antimilitarista de Stanley Kubrick (1957); “El barón rojo” de Roger Corman (1971) que cuenta con algunos de los enfrentamientos aéreos más famosos de la historia del cine; “Gallipoli” de Peter Weir (1981), que rememora una de las batallas más famosas de la I Guerra Mundial entre turcos y alemanes con australianos y neozelandeses; y “Caballo de batalla” de Steven Spielberg (2011), centrada también en la misma guerra.

En materia literaria, probablemente el conflicto más documentado de la historia sea la segunda Guerra Mundial. Con el mismo título, tenemos una narración de primera mano de uno de sus principales protagonistas; el premier británico sir Winston Churchill, también premio Nobel de Literatura. Con el nombre de; “La Segunda Guerra Mundial” otro gran historiador, el británico Anthony Beevor, cuenta en su haber, quizás la mejor historia total y actual sobre aquel conflicto global.

Con más dosis de espectacularidad, porque así lo dispusieron los impulsores del enfrentamiento, fue la guerra del Golfo, conflicto que puede atribuirse con mayúsculas el rotulo de “Guerra hecha espectáculo”. El 17 de enero de 1991, una coalición internacional encabezada por Estados Unidos, la OTAN y 32 países, con el apoyo de la ONU, se unieron para expulsar las tropas invasoras que había tomado unos meses antes Kuwait. En esa fecha se inició la operación “Tormenta del Desierto”, la primera operación bélica de la historia transmitida en vivo por televisión. Las tecnologías satelitales de la época se pusieron al servicio de la “guerra como espectáculo”, con una cobertura en directo de las principales cadenas estadounidenses, con CNN a la cabeza.

El motivo de la “mediatización”, con niveles cinematográficos por parte de EE. UU., radicó fundamentalmente en el deseo de no repetir errores militares cometidos en anteriores enfrentamientos como la Guerra de Vietnam (1955-1975), donde los periodistas mostraron a los soldados estadounidenses muertos, los abusos de los soldados a civiles y testimonios del bando contrario, y la invasión a Granada en octubre de 1983. A diferencia de la guerra del Golfo, donde el elemento mediático estuvo muy presente, por ser la primera televisada en vivo, la guerra de Vietnam también lo fue, pero no en tiempo real.

En sus memorias autobiográfica, el militar norteamericano que llevó adelante “Tormenta del desierto”, el general H. Norman Schwarzkopfi, reflexiona sobre no repetir los errores anteriores (citando ambos eventos), y aceptando una mayor integración de los medios de prensa durante la operación militar. Y por supuesto, el cine se ocupó también de esta página de la historia reciente con sendos filmes entre las que se puede destacar; Jarhead, cuyo título en español es “Soldado anónimo”, que relata las experiencias de los Marines en la operación para liberar a Kuwait en 199. El filme se centra en la vida de un marine de veinte años, enviado al desierto de Arabia Saudita y en la espera de los soldados, que no han entrado directamente en el conflicto armado, de cómo lidian con el aburrimiento, describiendo el temor y la emoción por matar a su primera víctima.

Para las guerras, el elemento fundamental son las armas, también factor de negocio a escala mundial. Según un artículo publicado por Anne Höh, en diciembre de 2022 en la cadena alemana Deutsche Welle (DW), pese a las dificultades de la economía mundial tras la pandemia, el comercio mundial de armas marcha bien. “Las 100 principales empresas fabricantes de armamento generaron en 2021, en conjunto, 592.000 millones de dólares. Los fabricantes estadounidenses siguen a la cabeza, con casi la mitad de las ventas mundiales, pese a que en 2021 experimentaron un leve retrocesoi señala el referido material.

El cine, se ha ocupado también de este negocio, para convertirlo a su vez en un espectáculo vinculante a la guerra. “Lord of War” (El señor de la guerra) es una historia de aventuras y acción del mundo internacional del tráfico de armas. La película explora una consecuencia poco conocida del final de la Guerra Fría; la enorme cantidad de armas que quedó disponible en los antiguos estados soviéticos que los traficantes se ocuparon de vender a los países en desarrollo (sobre todo en África) y las inmensas sumas de dinero amasadas por ellos. Basada en hechos reales, el filme, de modo ficcionado, muestra las aventuras “Yuri Orlov”, traficante de armas personificado por el actor norteamericano Nicolas Cage. Lanzada en el 2005, la película fue un éxito comercial. Una muestra de ello es la reciente decisión de la compañía cinematográfica “Vendôme Pictures” que anunció el lanzamiento de la secuela de dicho filme, uniendo al mismo director y actor de la primera entrega.

En conclusión, la guerra y los elementos conducentes a ella son males inherentes a la naturaleza del ser humano y de las sociedades en general. Existe desde los inicios del hombre como tal. Forma parte de su cultura. Hay quienes le otorgan que su razón es la supervivencia. Para Platón, el estado natural de las ciudades era la guerra. Si bien rechazaba las guerras en el interior de la ciudad, sostiene en cambio que se debía combatir al enemigo externo. De un modo u otro, aunque a veces inevitable, las guerras siempre han concitado la atención de todos, y más allá de sus consecuencias, generaron oportunidades de “negocios” como la venta y tráfico de armas, los equipamientos, las provisiones logísticas, y la diversión y el espectáculo, principalmente el cine.

i(*) Es Abogado y Comunicador Institucional