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miércoles, 22 de enero de 2025
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El Viejo Estadio Comuneros en la evocación de un peatón nostálgico

Se cumplrá el domingo 26 de enero, el 47º aniversario de la penosa desaparición del mítico Estadio Comuneros que tantas glorias ha dado al deporte nacional paraguayo.

La nostalgia unida a los recuerdos, hizo que una calurosa mañana de enero me trajera hasta la Plaza Comuneros, situada en diagonal al Cuerpo Legislativo del Senado de la Nación (República y 15 de Agosto). Ahí estuvo enclavado el emblemático coliseo que hoy debería constituirse en un verdadero altar del deporte paraguayo, por las glorias que regó su sagrado suelo.

Caminé lenta y cansinamente por aquella solitaria y silenciosa plaza poblada de frondosos árboles, que hoy linda con las amplias y modernas instalaciones de la Biblioteca del Congreso de la Nación, queriendo atesorar cada palmo de aquel ilustre terreno comunal de tanta rica historia.

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A cada paso venían a mi memoria aquellas inolvidables veladas boxísticas realizadas con un Estadio Comuneros repleto de entusiastas hinchas, alentando al “pequeño gigante gladiador” Valentín Galeano, más conocido como Kid Pascualito, quien en los años 50, 60 y 70 fue considerado uno de los boxeadores de renombre en el contexto del boxeo sudamericano, siendo el primer paraguayo en traer al país la corona continental de boxeo en la categoría de los Gallos, un 3 de marzo de 1968, al derrotar por KO en el sexto asalto en Quito, Ecuador, al púgil ecuatoriano Ángel “Petiso” Sánchez.

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Por el Túnel del tiempo

Los recuerdos de la niñez nos transportan por el túnel del tiempo, pues como decía el célebre escritor francés Marcel Proust, “la vida necesita completarse con el recuerdo de la vida”.

El cerebro necesita emocionarse para recordar. Es por ello que a veces existe el ansia imperiosa del ser humano en volver a pisar y transitar por aquellos sitios, lugares, que nos conmovieron, asombraron y emocionaron hasta las fibras más profundas del ser, con sus grandes alegrías y tristezas.

Los hechos trascendentes en la infancia en sus diferentes estados emocionales quedan para siempre indelebles en la retina, pues las grandes vivencias que sentimos y marcaron nuestra existencia en esa etapa son las que vuelven a renacer en un tiempo y espacio. Es así que los inolvidables combates de Pascualito, sus resonantes triunfos en épicas jornadas en el Comuneros, bajo el sereno de su fresco y sus noches tachonadas de estrellas, produjeron en mí una inmensa alegría y felicidad, que sentí la necesidad de evocarlos al pisar su suelo. Era como volver a caminar por aquella misma senda mágica y maravillosa que nos produce la apacible nostalgia de las vívidas evocaciones.

Es el mismo sitio histórico que en aquellos lejanos años 70 me hizo sentir la magia y una indescriptible emoción, siendo aún infante. Recuerdo cuando mi padre, por entonces asesor jurídico de la Unión Paraguaya de Boxeo (UPB), me llevaba en su viejo escarabajo alemán de color azul hasta un Estadio Comuneros con lleno total, sabiendo que esa noche tenía como protagonista estelar a Kid Pascualito, ídolo indiscutible del boxeo paraguayo, quien a lo largo de su carrera pugilística de tres largas décadas enfrentó a lo más granado del boxeo mundial en su categoría, levantando la enseña tricolor en lo más alto de Sudamérica y el mundo. Que lo digan sus contendientes, José Smecca, Hugo Bidyerán, Oscar “Cachín” Méndez, de la Argentina; Arlindo Borges, de Brasil; Jorge Barcia, de Chile; Alcides Ferrujo, de Uruguay; Jorge Blacut, de Bolivia, entre otros grandes boxeadores de talla continental, quienes cayeron derrotados ante el poderío de sus puños (el famoso golpe al hígado de Pascualito).

El dilecto amigo Pedrito García Junior cuenta una simpática anécdota que le tocó vivir en aquel combate que sostuvo Pascualito con el boxeador boliviano Blacut. “Siendo aún pequeño con pantalones cortos, acompañé esa noche a mi padre Don Pedro García en la transmisión de aquella pelea en el Comuneros. Fue la primera vez que me tocó presenciar un KO en mi vida. Fue una tremenda trompada de Pascualito que lo puso en la lona por toda la cuenta al boliviano Blacut. Yo ni bien se produjo el impacto di un gran salto y con el puño cerrado exclamé a todo pulmón: Goooool”, nos refiere con gracia, afabilidad y amenidad acostumbradas, el apreciado comunicador deportivo, de dilatada y proficua trayectoria profesional en el medio.

Los ecos del silencio

Para algunos cuantos nostálgicos, los ecos del silencio sólo guardan recuerdos del viejo Comuneros. Estadio pletórico de grandes gestas históricas, grandes acontecimientos deportivos y artísticos. Memoro al niño que fui, vistiendo bermudas y vistosa chaqueta de gabardina, llevando una boina con orejeras en la testa, sintiendo ayer como hoy, en los murmullos del cálido viento de verano, los aplausos y cánticos de aliento, que en medio de la solaz y beatífica floresta que ofrece la plaza, lejanos en el tiempo, vuelvo a escuchar casi perceptible, misteriosamente subyugantes a mis sentidos.

Todo el peso de la historia se halla situado en aquel cuadrante olvidado, referenciado por los historiadores como el sitio fundacional de la ciudad, donde se asentó la Casa Fuerte de Nuestra Señora de la Asunción, fundada un 15 de agosto de 1537 por el capitán español Juan de Salazar y Espinoza, en el lugar denominado Loma Cabará, una de las siete colinas de Asunción, donde actualmente se encuentra la Plaza Comuneros.

También ahí se hallaba la antigua Iglesia de la Encarnación, que luego de varias mudanzas se estableció en ese lugar en el año 1818, hasta que en 1889 el templo fue reducido a cenizas por un incendio originado por un pesebre que se había preparado para Día de Reyes.

Estadio Comuneros: historia Jalonada de Glorias

La rica historia del Comuneros, jalonada de inmensas glorias, se inicia con la construcción del coliseo inaugurado el 24 de abril de 1949. Tres años más tarde, en 1952, se realizó en su sede el Sudamericano de Básquet Femenino, histórico primer certamen internacional oficial continental de damas que se disputó en nuestro país, donde Paraguay fue campeón. Fue ahí donde empezaron a generarse las más espectaculares hazañas deportivas sin precedentes, en el básquetbol, vóley, taekwondo, boxeo y fútbol de salón, disciplinas que en las décadas de los 50, 60 y 70 se obtuvieran memorables conquistas para el país, teniendo en cuenta que en aquellas épocas no se contaba con el debido apoyo e infraestructura. He ahí lo meritorio de estos grandes logros que constituyen verdaderas hazañas, rayanas a lo heroico.

El escenario deportivo del Estadio Comuneros urgía con una remodelación. El 18 de abril de 1962 se habilita con un coliseo moderno y remozado. Su capacidad aumenta y se cambian las graderías de madera por una estructura con base de cemento, para albergar un nuevo sudamericano femenino de básquet, obteniendo nuestro país el segundo y último título, con una infartante final jugada contra la poderosa escuadra brasilera. Los memoriosos que asistieron a esa final de baloncesto refieren el griterío ensordecedor de alegría del público presente, por aquel agónico y asombroso doble que hiciera en el último minuto de juego la legendaria encestadora compatriota Edith Nunes (goleadora continental y mundial). “Edith lanzó tan alto la pelota desde la propia base paraguaya, tan alto que el balón en un momento dado quedó como suspendido unos segundos en el cielo, y siguiendo las leyes de Newton, fue cayendo velozmente con todo su peso, para con justeza clavarse en el aro contrario, agónico tanto que se dio al filo mismo del partido, a sólo tres segundos de finalizar, coronándose Paraguay, de la manera más espectacular, campeón continental.

Otra disciplina deportiva que tantas satisfacciones nos dio es el fútbol de salón, un deporte muy practicado y difundido en el país. Quién no cuenta en su barrio hoy en día con una canchita de fútbol de salón, en donde uno puede ir a practicarlo. Y fue en el Comuneros donde se inició el 25 de enero de 1965 el histórico Primer Torneo Internacional de Fútbol de Salón en el mundo, consagrándose Paraguay campeón invicto. Luego vendrían otros títulos conquistados en otras latitudes, demostrando nuestro país ser una verdadera potencia mundial en dicha rama deportiva.

No podemos dejar de mencionar otros acontecimientos realizados allí, como la llegada de los afamados Harlem Globetrotters, quienes hicieron galas de todo su arte, magia y destreza, con el balón de básquet; la presentación de la troupe de Martín Karadagian y sus “Titanes en el Ring”; la presencia del mentalista israelí Uri Geller, así como conciertos y recitales de música, entre ellos el Primer Festival de Música Beat en Paraguay, realizado el 16 de mayo de 1970 , con la actuación de grandes grupos de rock de nuestro medio como: The Aftermand’s; Los Bravos, The Vip’s, Los Cuervos, entre otras recordadas agrupaciones musicales. Igualmente, la música paraguaya presente con las melodiosas voces y los sublimes acordes telúricos del Trío Los Paraguayos: Agustín Barboza, Luis Alberto del Paraná y Digno García, quienes dieron su recital de despedida un 22 de enero de 1954, para luego partir al Viejo Continente a difundir la música paraguaya, y varios acontecimientos más realizados en ese insigne reducto del deporte y la cultura.

Designios del Cielo y el olvido

Los designios del cielo hicieron que un fuerte temporal madrugador arrasara con la vieja estructura con techo y soporte de hierro del estadio Comuneros, el 26 de enero de 1978, acabando con los sueños y aspiraciones de remozarlo y convertirlo en un estadio modelo, al estilo del Luna Park de Buenos Aires.

Con el adiós a este emblemático coliseo se vino el denso silencio, el injusto olvido. Es por ello que urge una reparación histórica y moral para el Estadio Comuneros y sus glorias deportivas. Es justicia y deber del Estado y la Comuna asuncena construir un nuevo estadio con el mismo nombre, revitalizar y revalorizar ese espacio verde que tantas satisfacciones nos diera, convirtiendo la plaza en un memorial perenne y sempiterno, donde las generaciones actuales y por venir conozcan y peregrinen hasta su sagrado suelo, donde el polvo del pasado, sudor y sangre raíces echan y crecen como sus árboles en el tiempo.

En el lugar, algún día deben elevarse con bronce las épicas figuras escultóricas de nuestros atletas, que dieron lustre y honra al país. El acceso al estadio tenía un histórico y amplio pórtico, y un mástil con la tricolor bandera que se elevaba desde uno de los laterales del techo. Allí debe erigirse una columnata donde se encienda la eterna llama votiva, venerando con acendrado sentir identitario a los legendarios héroes y heroínas que ha dado el deporte nacional paraguayo.

Por: ALBERTO SISA, Colaboración especial para LA TRIBUNA

ALBERTO SISA, Periodista y poeta paraguayo contemporáneo.