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miércoles, 5 de febrero de 2025
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Sistema penitenciario y adicciones en el centro del Novenario de la Virgen

En el marco del séptimo día del novenario en honor a la Virgen de Caacupé, el monseñor Miguel Ángel Cabello Almada, obispo de Concepción, presidió una misa en la que se abordaron temas profundamente sensibles: las condiciones de vida de los privados de libertad y el impacto de las adicciones en la sociedad paraguaya. Con un enfoque pastoral y crítico, su mensaje fue dirigido a los fieles, destacando la necesidad de cambios estructurales y espirituales.

La homilía giró en torno a la precariedad de las cárceles paraguayas, que enfrentan graves problemas de hacinamiento y falta de programas de rehabilitación. El obispo denunció que las condiciones en los centros penitenciarios son, en muchos casos, inhumanas, insalubres y violentas. A esto se suma la ausencia de planes efectivos para la reinserción social de los reclusos, quienes, al cumplir su condena, regresan a la sociedad sin herramientas para reconstruir sus vidas.

«Las cárceles no pueden ser escuelas para aprender a delinquir», enfatizó el prelado, destacando casos de personas que han encontrado un propósito durante su reclusión. Recordó el ejemplo de un recluso que, tras dedicarse al estudio de la Biblia y aprender oficios en la cárcel de Tacumbú, logró transformar su vida y reintegrarse como un ciudadano digno.

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Asimismo, el monseñor Cabello Almada señaló la lentitud del sistema judicial paraguayo, que mantiene a muchos presos sin sentencia firme, mientras que otros, que deberían estar encarcelados por delitos graves, permanecen en libertad gracias a la impunidad.

La problemática de las adicciones

Otro punto destacado de su mensaje fue el llamado a enfrentar las adicciones, que describió como «cárceles internas de la mente». En su reflexión, el obispo incluyó tanto las drogas ilegales como otras formas de dependencia, como el alcohol, el juego y el apego desmedido a la tecnología. Criticó duramente el comercio ilícito de estupefacientes, señalando que los jóvenes son las principales víctimas de este flagelo.

En un tono firme, instó a la sociedad y al gobierno a rechazar cualquier intento de convertir a Paraguay en un narcoestado, denunciando la complicidad de ciertos sectores en la proliferación de las drogas. Pidió políticas públicas claras y efectivas para combatir este mal, así como un compromiso más fuerte de las familias, las escuelas y la Iglesia en la prevención y tratamiento de las adicciones.

«Que este jubileo sea un tiempo de esperanza y renovación», concluyó el obispo, recordando que, para los privados de libertad y quienes luchan contra las adicciones, la verdadera liberación comienza con un cambio espiritual. Instó a los fieles a acercarse a los marginados, como lo haría el buen samaritano, para ser instrumentos de caridad y misericordia en un mundo que clama por la solidaridad.

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