En la apertura de la 17.ª Reunión Plenaria del Foro Global sobre Transparencia e Intercambio de Información con Fines Fiscales, el presidente Santiago Peña destacó los avances de Paraguay en materia de transparencia y lucha contra la corrupción. Desde la implementación de la Ley de Acceso a la Información Pública hasta las reformas fiscales y la creación de la Dirección Nacional de Ingresos Tributarios (DNIT), los logros del país fueron reconocidos en un evento que reunió a representantes de más de 110 países. Sin embargo, este optimismo no puede soslayar una verdad contundente: la corrupción sigue siendo un mal endémico que permea todas las instituciones de la República.

La corrupción en Paraguay no solo se ha enquistado en las estructuras públicas, sino que se nutre de dos factores fundamentales: la impunidad y la complicidad. Mientras estas prácticas no sean erradicadas, las leyes más avanzadas y los discursos más elocuentes corren el riesgo de quedar en meros símbolos sin impacto real. Las iniciativas como el Plan Nacional de Integridad son pasos importantes, pero insuficientes si no se enfrentan las redes de corrupción con la misma contundencia con la que se promulgan las normas.

El discurso del presidente Peña acertadamente comparó la corrupción con la Hidra de la mitología griega, una criatura que regenera sus cabezas cada vez que se le corta una. Esta metáfora resuena con la realidad nacional: cada escándalo destapado parece dar lugar a nuevas formas de abuso del poder. El esfuerzo por modernizar las instituciones y alinear las políticas fiscales con estándares internacionales es digno de reconocimiento, pero el verdadero desafío radica en aplicar las leyes sin temor ni favoritismos.

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La lucha contra la corrupción no solo se libra en los marcos legislativos o en los foros internacionales, sino también en la praxis cotidiana de los funcionarios públicos. Las instituciones responsables de combatir este flagelo no pueden ser parte del problema. Sin jueces, fiscales y auditores independientes y comprometidos con la justicia, cualquier campaña anticorrupción estará condenada al fracaso.