Paraguay, tierra bendecida por la abundancia de recursos hídricos, ostenta una riqueza natural que pocos países en el mundo pueden igualar. Desde los caudalosos ríos Paraguay y Paraná hasta los tranquilos arroyos que serpentean a lo largo del territorio, nuestro país es un mosaico de bellezas naturales, fauna íctica y oportunidades invaluables para el desarrollo humano y económico. Sin embargo, a lo largo de nuestra historia, hemos demostrado una extraña indiferencia hacia estas maravillas. Este es el momento de cambiar esa narrativa y abrazar el potencial transformador de nuestras aguas.
Nuestra desconexión con los ríos es evidente. Asunción, la capital del país, está bañada por las aguas del río Paraguay, pero sus habitantes apenas lo conocen. Mientras tanto, otras naciones han convertido sus recursos hídricos en ejes fundamentales de desarrollo turístico, deportivo y económico. Paraguay, en contraste, todavía está en deuda con sus propias posibilidades. ¿Por qué no somos una potencia en deportes acuáticos? ¿Por qué no hemos creado destinos turísticos de renombre internacional alrededor de nuestras aguas? La respuesta, aunque compleja, radica en la falta de visión y en la insuficiente protección de estos recursos.
La reciente crisis de la hidrovía nos recordó la importancia geoestratégica de los ríos Paraguay y Paraná, no solo como corredores comerciales, sino también como fuentes de vida y prosperidad. Sin embargo, con grandes riquezas viene una gran responsabilidad. La sostenibilidad de estos ecosistemas depende de la implementación de políticas públicas firmes y de la conciencia ciudadana sobre su preservación.
En este contexto, el Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADES) está adoptando medidas fundamentales para garantizar el estricto acatamiento del periodo de veda pesquera en aguas compartidas con Argentina y Brasil. Esta regulación es un recordatorio de que nuestros ríos y su fauna no son recursos infinitos y que, sin controles efectivos, enfrentamos el riesgo de perder para siempre lo que la naturaleza nos ha regalado.
Es imperioso asegurar el respeto a la veda, que se extiende hasta finales de enero de 2025 en aguas compartidas con Brasil. Además de proteger la biodiversidad, se debe enviar un mensaje claro: quienes violen la normativa enfrentarán sanciones severas. Este enfoque estricto es necesario para combatir la depredación que ha puesto en jaque a nuestra fauna íctica en los últimos años.
No obstante, la protección de nuestros recursos no puede depender únicamente del Estado. Los ciudadanos y las comunidades ribereñas deben ser aliados activos en esta causa. Se debe desterrar la práctica de utilizar los cauces acuáticos como vertederos de basura. Además, debemos incentivar las prácticas responsables, como la pesca de subsistencia regulada, demostrando que podemos equilibrar la explotación sostenible con la conservación ambiental.
Paraguay tiene la oportunidad de liderar por ejemplo en el manejo y aprovechamiento responsable de sus recursos hídricos. Al mismo tiempo, debe fomentar el turismo acuático, incentivar los deportes náuticos y convertir a nuestras aguas en motores de desarrollo económico y bienestar social. Todo esto, por supuesto, bajo la premisa de que cuidar lo que tenemos hoy es garantizar un futuro próspero para las próximas generaciones.