El triunfo de la selección paraguaya de fútbol ante Argentina no solo representa un logro deportivo, sino también un bálsamo para el espíritu de un pueblo que ansiaba celebrar una victoria de esta magnitud. Después de años de espera, la alegría inundó nuevamente nuestras calles, uniendo a miles de compatriotas en una caravana de cánticos y celebraciones, mientras la bandera paraguaya flameaba con orgullo en los puntos emblemáticos de nuestras ciudades.
Este episodio demuestra, una vez más, el poder del deporte como un elemento de cohesión social. En un país donde las diferencias muchas veces parecen insalvables, el fútbol y otros eventos deportivos logran lo impensable: reunirnos bajo una misma causa, compartir esperanzas y celebrar juntos. Así como lo hizo el triunfo de nuestra selección, no hace mucho la impecable organización de los Juegos Odesur dejó en evidencia la capacidad de nuestra sociedad para trabajar unida, creativa y comprometidamente, convirtiendo a Paraguay en un anfitrión ejemplar de una fiesta deportiva internacional.
El deporte no es solo una práctica saludable ni un espectáculo para las masas; es un vehículo de transformación social. Aleja a los jóvenes de los vicios, fomenta valores como la disciplina, el trabajo en equipo y la resiliencia, y en su nivel más alto, enaltece el nombre de nuestra nación en el escenario internacional. Que esto nos sirva como sociedad para aprender a valorar y apostar por el deporte, no como algo secundario, sino como un pilar fundamental para el desarrollo de nuestra sociedad.
Para alcanzar este ideal, debemos comprometernos como país a formar atletas en diversas disciplinas, dotar de recursos a nuestras instituciones deportivas y cultivar la famosa garra guaraní que ha sido símbolo de nuestro carácter. Este triunfo es una muestra de que, cuando trabajamos juntos con esfuerzo y dedicación, no hay obstáculo que no podamos superar.