El hallazgo de un campamento de producción de marihuana en Juan de Mena, Cordillera, debería sonar una alarma contundente para todas las instituciones responsables de combatir el narcotráfico en Paraguay. Lo que hasta hace poco parecía un flagelo circunscrito a zonas fronterizas y remotas, hoy aparece inquietantemente próximo a la capital y en tierras conocidas por su tranquilidad y producción agrícola a pequeña escala. Este suceso no solo marca un cambio geográfico en la actividad delictiva, sino que revela una nueva estrategia del narcotráfico, la cual debe ser motivo de reflexión y acción inmediata.

Tradicionalmente, las plantaciones de marihuana se asentaban en áreas de difícil acceso, principalmente en zonas boscosas cercanas a la frontera con Brasil, lugares que no solo favorecían el cultivo clandestino, sino que permitían a los productores ocultarse de la vista de las autoridades. Sin embargo, este nuevo campamento, localizado a apenas 11 kilómetros del casco urbano de Juan de Mena, y a menos de 150 kilómetros de Asunción, indica que el narcotráfico está explorando territorios inusuales, aprovechando la relativa cercanía a zonas de alta demanda y las características de terrenos aislados por vías fluviales y esteros.

El cambio de escenario plantea una serie de preguntas importantes: ¿Por qué el narcotráfico ha decidido extenderse a Cordillera? ¿Qué condiciones facilitan la instalación de estas operaciones ilícitas en una región que hasta hace poco era un emblema de la paz y la laboriosidad de su gente? Y, más preocupante aún, ¿cómo afectará a la comunidad esta intrusión de actividades que siempre traen consigo violencia y criminalidad?

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La expansión de los cultivos de marihuana en áreas tradicionalmente tranquilas exige una respuesta sólida de las autoridades. No solo debe incrementarse el control territorial, sino que deben establecerse medidas de inteligencia para anticipar estos movimientos. Ignorar o subestimar este avance podría abrir la puerta a una transformación de la región, donde la violencia asociada al narcotráfico podría desestabilizar una zona caracterizada hasta hoy por su seguridad y bienestar.

Las instituciones deben actuar con celeridad y coordinación para erradicar esta amenaza. Es fundamental que se protejan a las comunidades y que se garantice que los jóvenes no sean atraídos hacia actividades ilícitas que destruyen vidas y comunidades. Cordillera y sus habitantes no pueden verse atrapados en una espiral de inseguridad y violencia.