La visita de una delegación parlamentaria paraguaya a China Continental vuelve a reavivar un debate delicado en nuestra política exterior. El diputado liberal José Gómez, uno de los miembros de la comitiva, lanzó una propuesta que, de concretarse, cambiaría profundamente el panorama geopolítico de Paraguay: abrir la discusión sobre establecer relaciones diplomáticas y comerciales con China Continental. Este paso, sin duda, implicaría un distanciamiento definitivo con Taiwán, un aliado histórico, y traería consigo serias repercusiones políticas y económicas.

China ha demostrado un notable progreso económico en las últimas décadas, y su ambicioso proyecto de la Nueva Ruta de la Seda busca consolidar su influencia global a través de inversiones en infraestructura, tecnología y comercio. No se puede negar que los beneficios de una posible relación con el gigante asiático son atractivos. El acceso al enorme mercado chino permitiría la exportación de productos paraguayos a un destino de inmenso potencial, lo que podría impulsar sectores como la agricultura y la tecnología. Además, las inversiones chinas en infraestructura y desarrollo tecnológico podrían ofrecer soluciones a varios de los desafíos que enfrentamos como nación en términos de modernización.

Sin embargo, en este escenario resplandeciente de oportunidades también debemos observar las sombras. Paraguay es una nación pequeña y económicamente vulnerable, con una ubicación geoestratégica clave, debido a la hidrovía, en el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda. Otros países pequeños han visto cómo sus sueños de desarrollo se convirtieron en pesadillas de dependencia. Ejemplos como Sri Lanka, Pakistán, Malasia y Zimbabwe muestran cómo la creciente influencia económica de China ha mermado la soberanía nacional de estas naciones. La deuda insostenible y los acuerdos con condiciones opacas han terminado socavando la autonomía política de estos países, convirtiéndolos en peones de los intereses chinos.

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Para Paraguay, dar la espalda a Taiwán no sería solo una traición diplomática, sino también una pérdida en términos de apoyo tecnológico y económico. Durante décadas, Taiwán ha brindado a nuestro país asistencia invaluable en áreas como la educación, la investigación y la infraestructura. Este tipo de relaciones, basadas en la confianza y la cooperación mutua, son difíciles de replicar con una potencia que basa su diplomacia en los intereses expansionistas, como es el caso de China Continental.

En estos momentos Taiwan sigue siendo una importante bisagra del juego geopolítico global y el apoyo de Paraguay sigue siendo clave. Es importante que nuestras relaciones diplomáticas se guien por el pragmatismo y los grandes intereses de la nación, pero nunca a costa de nuestra soberanía ni de traicionar a un aliado que ha estado a nuestro lado en los momentos más difíciles. Los riesgos de embarcarse en una relación con China Continental, sin una visión clara y estratégica, son demasiado altos para ser ignorados.

Paraguay debe jugar sus cartas con astucia y, ante todo, no debe comprometer su soberanía en el juego geopolítico. Las decisiones en esta materia deben tomarse basadas en el interés a largo plazo de la República y no decisiones cortoplacistas y meramente económicas.